COMENTARIO HOMILÉTICO

Administrador Colimapm | Opinión | 22/12/2024

“MARÍA NOS OFRECERÁ A DIOS HECHO HOMBRE PARA NUESTRA SALVACIÓN”

LC 1,39-45

POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo

Llegamos al último domingo de preparación para la Navidad, esta última etapa del Adviento nos invita a contemplar con esperanza la figura de la Virgen María, para reconocer que Ella es la que ofrece al mundo al Salvador, dando carne al Verbo eterno, y haciéndose, de esta manera, intermediaria entre Dios y los hombres. Su ejemplo será el paradigma para la misión de todos los cristianos en el mundo: llevar a Cristo dentro de nosotros y anunciarlo a los hermanos. Esta dicha, que ya comienza a experimentarse cuando se comparte el anuncio del Nacimiento de Jesús, se transformará en gozo pleno cuando nazca el Salvador por medio de la fe y de la gracia en cada uno de nosotros.

El hombre sobre este mundo se empeña con todas sus fuerzas para demostrar que la grandeza y el poder se presentan en este mundo por medio de personas y situaciones imponentes; sin embargo, los caminos que Dios elige para manifestar su gloria y poder son los más humildes, los más imperceptibles; aquellos caminos por los cuales ningún poderoso e inteligente pudiera imaginar. Dios no actúa guiado por la mentalidad de cada tiempo ni a la manera del mundo, ni se deja impresionar por ellas. “Dios no se deja guiar por apariencias, Dios ve el corazón” (1Sam 16,7).

Habiendo tantas ciudades importantes para el pueblo de Israel, Dios elige un pequeño pueblo Belén, insignificante a los ojos de muchos, pero presente, desde siempre, a los ojos de Dios: “En cuanto a ti, Belén Efratá, la menor entre las tribus de Judá, de ti sacaré al que ha de ser el jefe de Israel” (Miq 5,1). El nombre Belén (bet-lehem) significa: casa del pan. Este signo, talvez intrascendente, nos sorprende al hacernos pensar que en ese lugar tendría que nacer el Verbo de Dios asumiendo nuestra humanidad, que para beneficio del hombre se convertiría en el pan de la vida; un lugar pobre y humilde de donde vendrá la abundancia de la vida y su nutrimento. El pan de vida está por nacer en bet-lehem. Recordemos, además, que el Rey David había nacido también en Belén; siendo el último de los hijos de Jesé, aquel de quién nadie pensaría que sería elegido para ser rey, fue en cambio, en quien Dios puso su mirada (1Sam 16,12-13).

El nacimiento de Jesús es la manifestación del verdadero Dios y la revelación de su plan de salvación; no se improvisará ni su vida, ni su suerte. La venida de Cristo tiene como primer elemento el cumplimiento de la voluntad de Dios. Hay que advertir que, sobre todo, la mayor y más perfecta obra que se puede hacer para Dios es cumplir su voluntad. La voluntad de Dios se debe comprender también en relación con los demás. El trato con Dios no puede ser únicamente vertical puesto que no somos los únicos sobre este mundo, el trato con Dios nos lleva al otro, al que está cerca, al prójimo. Por eso no podemos hacer a menos de los demás.

La indiferencia cada vez más marcada hacia los pobres de este mundo y la indiferencia hacia su sufrimiento nos revela que hemos perdido el sentido espiritual para poder ver a Dios; nos manifiesta que hemos dejado de verlo vivo y presente en medio de nosotros. No nos extrañe, pues la indiferencia hacia los demás ha comenzado primero con la indiferencia hacia la Eucaristía, hacia el sacramento que nos ofrece al Hijo de Dios hecho carne, y presente de manera sacramental en las especies de pan y vino. La caridad, la misión, la enseñanza y la proyección de toda obra en favor de los demás, brotará ciertamente de la participación sincera y real en la Eucaristía, y no de la brillante, o novedosa, o ingeniosa propuesta de algún “perito”. No olvidemos que Dios elige el camino de las cosas humildes y sencillas para llevar a término su obra, y no hay obra que nos haga más humildes a los ojos de Dios, que estar de rodillas contemplando la carne de Cristo.