VIVAMOS LA ALEGRÍA DE DIOS PARA GOZAR DE SUS BIENES
LC 3,10-18
POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo
Hemos llegado al tercer domingo de Adviento, denominado domingo de gaudete, (alégrense), y la invitación a vivir y a experimentar la alegría que nos viene por la salvación de Dios, será la principal motivación de este domingo. Es necesario por tanto la apertura de la fe en la persona de Jesús y una práctica concreta de la caridad para disponer el corazón a la alegría que Dios nos ofrece.
La experiencia del hombre sobre este mundo está acompañada por momentos de dicha y felicidad, así como también, está marcada por las situaciones de dolor, de injusticia y de sufrimiento. Era por tanto necesaria la intervención de Aquel que nos ha creado y para quién nada es imposible. La finalidad de su acción salvadora es liberar al hombre de toda atadura y procurarle una felicidad total y eterna. Dios sabía cuál era el momento para manifestar su poder y los medios para llevar a término su obra.
Este acercamiento a Dios es posible por medio de testigos y enviados suyos; aunque Dios pudiera manifestarse personalmente, elige a algunos según su beneplácito para manifestar su voluntad. Así los profetas del Antiguo Testamento fueron dóciles a su palabra y acompañaron al pueblo para disponerse a vivir lo que Dio les mandaba. En el Antiguo Testamento leemos en el profeta Sofonías la invitación de Dios al pueblo a alegrarse porque llegan momento de alegría y dicha: “Yahvé tu Dios está en medio de ti, ¡un poderoso salvador! Exulta de gozo por ti, te renueva con su amor; danza por ti con gritos de júbilo, como en los días de fiesta” (Sof 3,17-18). La promesa de Dios invita a alegrarse en el presente porque Dios estará en medio de ellos. En el Nuevo Testamento una figura clave para comprender este camino de comunión con Dios fue Juan Bautista, que fue reconocido en su grandeza por el mismo Cristo: “No hay, entre los nacidos de mujer, ninguno mayor que Juan; sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él (Lc 7,28). Juan Bautista ha sido elegido para preparar los caminos del Señor, es voz en el desierto y, como habíamos dicho domingo anterior, anunciaba un bautismo de conversión para el perdón de los pecados (cf. Lc 3,3).
La conversión que anunciaba Juan Bautista implicaba acciones concretas; y en este sentido, cada uno desde su propio contexto tendría que recibir este anuncio y hacer los cambios pertinentes. De hecho, los que escuchaban a Juan decían: “Maestro, ¿qué debemos hacer? Él les dijo: No exijan más de lo que les está fijado. Le preguntaron también unos soldados: Y nosotros ¿qué debemos hacer? Él les dijo: No hagan extorsión a nadie, no hagan denuncias falsas y conténtense con su salario” (vv. 12-14). El primer paso para disponer el corazón a la vida nueva es vivir en la justicia. Practicar y vivir la justicia es una exigencia de todos los tiempos para poder lograr un espacio seguro donde los dones de Dios puedan manifestarse. Será imposible que los dones de misericordia y amor que Dios nos ofrece puedan manifestarse palpables si el corazón no está decidido a abandonar el mal.
En estos tiempos difíciles debemos volver la mirada a Dios para experimentar la alegría. En la comunidad de Filipos, comunidad que vivía situaciones hostiles y doloras, san Pablo supo exhortar a alegrarse siempre en el Señor y a presentar los signos de benevolencia y amor a la comunidad. Dando a entender que el testimonio cristiano debe ser el mensaje principal para que podamos disponernos a recibir al Señor que viene. Acompañemos al mensaje de la Buena Nueva el propio testimonio y entonces si se manifestarán las obras de Dios. Es la gratitud que se hace oración y suplica la que disipa del corazón la incertidumbre y el temor. Tiempo de Adviento, tiempo de orar, de enderezar la propia vida, de alegrarse y de confiar en la venida del Señor como Dios y salvador.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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