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COMENTARIO HOMILÉTICO

Administrador Colimapm | Opinión | 24/11/2024

“UN REY QUE VIENE Y SE MANIFIESTA EN LA VERDAD Y EN LA GRACIA”

JN 18,33-37

POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo

Hermanos, hemos llegado a la conclusión del año litúrgico, con la solemnidad de Cristo rey del universo. Nuestro maestro, a quién seguimos y en quién hemos puesta nuestra esperanza, nos recuerda que, por encima de todo cuando existe, está presente su poder y su gloria como una realidad que nos es compartida para el bien de los demás. Quién está del lado de Cristo, que es la Verdad, podrá gozar de su gloria y de su Reino eternamente.

Cuando comienza nuestra vida sobre este mundo, no nos encontramos solos, nacemos en una familia y vivimos en una comunidad. Esto nos permite comprender que necesitamos siempre de los demás. Es lógico que los más fuertes deben proteger a los más débiles; refiriéndome, no sólo desde un punto de vista material, eso también lo realizan los animales. Me refiero a la guía, la protección y el cuidado integral de los demás. La historia bíblica nos muestra que a lo largo de la historia han surgido formas de organización para procurarse la vida y la protección. Dios llama a un hombre, Abraham, para que sea padre de un gran pueblo (Gen 12,1-3). Al inicio, la autoridad paterna proveía la vida y seguridad de los suyos. La figura de los patriarcas, los jueces y los guías se enfrentaron con una realidad diferente en otras naciones. Reinos y naciones afirmaban su poder, guiados por un personaje que poseía toda la autoridad para gobernar. Israel también quiso un rey y Dios se los concedió (1Sam 8,1-8).

Ahora bien, con el paso de siglos, donde la monarquía que reinó en Israel se hizo fuerte, fue necesaria y medular la figura de los profetas enviados por Dios, para acompañar al pueblo, recordarles sus desvíos y mostrarles el camino de la justicia. No olvidemos que el gobierno que depende sólo de la mente de un hombre es frágil porque en el servicio y el gobierno se esconden intenciones personales y es muy fácil que el mal y el pecado puedan cegar el corazón.

Los siglos nos permiten ver que un reino ha sucedido a otro, que algunos han crecido y se han desarrollado con prosperidad, y otros, en cambio, han sido derrocados. Actualmente los sistemas de gobierno, que han sucedido a la monarquía y que ahora guían y acompañan los pueblos y las naciones tienen el deber de salvaguardar la vida, la salud y el bienestar de sus pueblos. Porque, todo poder que se sirva a sí mismo y que se sirva de los demás, o a costa de los demás para sus propios fines, está faltando a un principio ético eterno.

Nuestras instituciones, gobiernos y reinos deben ser algo más que corporaciones de organización social. Deben ser promotores e impulsores de valores, de cultura, de educación y sobre todo de seguridad y bienestar. En este sentido, esta vocación a la que son llamados debe ser acompañada y sostenida por la fuerza de Dios, que no busca otra cosa que la salvación y el bien de todos los hombres (cfr. 1Tim 2,4).

Dios, que está por encima de todos los reinos y de todo poder humano, ha enviado a su Hijo al mundo para guiar y acompañar el camino de la humanidad hacia la salvación y la vida. Jesús se designó “camino, verdad y vida” (Jn 14,6), y nos mostró un camino totalmente diferente al que la lógica humana podría imaginar. El servicio, el amor, la misericordia son las actitudes que brotan de su corazón y están a la base de su Reino, “no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida” (Mt 20,28). Para aquellos que piensan que la misión de Cristo fue histórica y quedó anclada en el pasado, es importante aclarar, que no fue así. La autoridad de Cristo como Rey y Señor es eterna, permanente y será plena cuando llegará el momento de su manifestación pública y de su reconocimiento al fin de los tiempos.

No olvidemos que mediante la experiencia de la vida de Dios entre nosotros se irá delineando una nueva manera de ponerse frente a la vida. La santidad, la verdad, la justicia, la gracia y todas las virtudes, serán el signo elocuente y atrayente para un mundo que ignora a Dios y vive sin Dios. ¡Creámoslo!, en verdad es posible vivir de una manera nueva nuestro trato con Dios y con los demás. Con Cristo, la gloria y el poder están al servicio en el amor al prójimo. No hay mejor manera de prepararse para un final feliz que aspirar con todo el ser a ese único fin que es Dios.

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