“EL VERDADERO PODER Y AUTORIDAD CONSISTE EN AMAR Y SERVIR”
MC 10,35-45
POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo
Hermanos, la vivencia del discipulado sobre este mundo nos proyecta a la vida eterna y nos pide una identificación con Cristo, tanto en sus palabras como en sus obras. Hoy descubrimos que los signos que deben distinguir la comunidad de los discípulos no son ni el deseo de dominar ni el autoritarismo, al contrario, serán el deseo de servir y dar la vida por los demás. Esto debe ocupar la mente de los cristianos para proyectar una misión como la de Jesús. Por tanto, reordenemos nuestra manera de pensar y nuestros deseos para vivir siempre conforme a la voluntad de Dios.
No siempre lo que pedimos es mejor para nosotros, puesto que a veces no sabemos pedir. Lamentablemente, nuestras peticiones están condicionadas por que deseamos y queremos, sin tomar en cuenta la conveniencia o no de las mismas. El pasaje del Evangelio nos presenta a dos discípulos, Santiago y Juan, que piden algo a Jesús. Él les ha hablado de las condiciones para seguirlo, de la renuncia a todos los bienes para entrar en la vida y de la prueba que Él tendrá que sufrir, sin embargo, ellos piden que les conceda poder sentarse uno a su derecha y uno a su izquierda cuando este en su gloria. La visión de estos dos discípulos denota el deseo de asegurar su futuro y mantener poder y autoridad. Jesús les hace saber la impertinencia de su pregunta: “Jesús les dijo: No saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?” (Mc 10,38). Ellos responden con convicción que sí, y así es, el camino de la cruz, que el Maestro debe recorrer, también debe ser recorrido por sus discípulos. No olvidemos que antes de este pasaje Jesús les había anunciado por tercera vez lo que le acontecería: el tercer anuncio de la pasión.
El deseo de ser grandes y tener los primeros lugares causó efecto en los demás discípulos: “Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Saben que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y los grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre ustedes” (vv. 41-43). Es importante reconocer que la ambición y la lucha por el poder causa terribles efectos en las personas y en los ambientes, y eso, en la comunidad de Jesús, no debe existir. Por ello Jesús presenta los parámetros en los que se rigen los poderosos de este mundo: dominar sobre, ejercitar autoridad sobre; y afirma que así no debe ser entre ellos. Al contrario, contrapone a estas actitudes el hacerse esclavo y estar al servicio de los demás, esto sí que nos hace grandes y valiosos a los ojos de Dios.
La humildad y la actitud de siervo delineará la vida de los verdaderos discípulos de Jesús. Los discípulos deben abrirse a una nueva experiencia de seguimiento para proyectar una nueva forma de servir, reconociendo sus limitaciones, compadeciéndose de sus hermanos y, sobre todo, confiando en la fuerza que viene de Dios, porque es así que se puede hacer algo por los demás.
Frente a un mundo que se hace trizas por la ambición del poder, descubramos la grandeza de aquel “otro poder” que consiste en el servir y dar la vida. Luchemos con todas las fuerzas por evitar las asperezas, las envidias y las divisiones en todos los ambientes, y especialmente al interno de la Iglesia, entre los que nos decimos cristianos comprometidos, para que, siguiendo el ejemplo de Cristo, el siervo de Dios, podamos seguir dando luz y vida a un mundo. Que en todos los espacios donde se ejerce el servicio y la autoridad pueda reflejarse un amor por la persona y su dignidad, antes que un amor por el propio interés; sólo así se construirá una sociedad más humana y más dispuesta a acoger la bendición que viene de Dios.
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