“EL SEGUIMIENTO DE CRISTO NOS REVELA EL CAMINO DE LA SALVACIÓN”
MC 8,27-35
POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo
El Evangelio de san Marcos en este domingo nos acerca un poco más al misterio de Cristo, y lo realiza presentando una pregunta en labios de Jesús a sus discípulos: ¿quién dicen ustedes que soy yo? Los signos y milagros de Jesús nos ofrecen un indicio y la revelación de sus palabras nos completa el significado, pero el seguimiento de Cristo nos revela el verdadero sentido.
Ya habíamos meditado sobre la importancia de los sentidos para entrar en contacto con la realidad; hablamos también de los sentidos internos que nos permiten entrar en el mundo sobrenatural. En la pregunta que Jesús realiza a sus discípulos vemos un ejemplo de estos dos modos. “¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos le dijeron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas” (v. 28). Efectivamente, el conocimiento no es completo, hay todavía confusión porque no han hecho experiencia personal de Jesús. Reconocen algo y se acercan, pero no lo saben. En cambio, cuando pregunta a sus discípulos, Pedro le responde: “Tú eres el Cristo” (v. 29), una respuesta breve, pero que no depende solo de lo que ha visto y oído, sino también de lo que interiormente Dios le ha revelado. Será san Mateo quién explicitará este texto y dirá: “esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre sino mi Padre” (Mt 16,17).
Después de la afirmación de Pedro sobre la identidad de Jesús, le sigue un segundo momento: la explicitación de esa Misión. Si Jesús es el Cristo ¿cuál es su misión entre nosotros? El mismo Jesús le indica a Pedro los momentos importantes que acompañarán su misión: “comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser llevado a la muerte y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente” (Mc 8,31-32). Estos tres momentos son considerados como el “misterio Pascual” de Jesús. Evidentemente la vía que presenta no es fácil, no es aquella del éxito exterior o mundano, no es ni siquiera la del aplauso que tanto atrae al hombre, será sobre todo el camino de la cruz.
Evidentemente este aspecto del seguimiento de Jesús parece difícil de imitar. Pedro, quién en un primer momento había conocido la identidad de Jesús, no estaba dispuesto a reconocer y aceptar el camino de la cruz, y eso, se verá también presente en la negación al momento de la Pasión. Quiso disuadir a Cristo de la misión que tenía que enfrentar, lo llevó a parte y trataba de disuadirlo.
Si nos damos cuenta, según nuestra manera de pensar, los planes de Dios pueden parecernos ilógicos, contradictorios y hasta escandalosos, pero no es así. Es necesario completar la visión humana y terrenal con la luz de Dios que nos hace comprender el camino luminoso y escondido, oculto a los ojos cegados por la incredulidad. Jesús lo que le dice a Pedro es: “vete detrás de mí”, porque no eres tú quien me delineará el camino que el Padre ha proyectado, antes bien, debes seguirlo, aprenderlo e imitarlo. Si ponemos atención hay una profunda relación entre lo que Jesús vivirá y lo que le espera al discípulo: ser rechazado/negarse a sí mismo, ser llevado a la muerte/tomar la cruz, y finalmente, resucitar al tercer día/seguirlo (v.31 y v.34). El discípulo debe acompañar a Jesús y debe integrar en la propia vida, la vida de Jesús.
Procuremos, sobre todo, tener una experiencia personal de Jesús para no dejarnos guiar por lo que dicen los demás. Permitamos que la mentalidad divina nos transforme totalmente para que seamos dóciles para seguir el ejemplo de Cristo, y que la fuerza de su Espíritu nos haga valientes para saber entregar la vida sin reservas por el Evangelio.
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