SANADOS POR CRISTO PARA ESCUCHAR Y PROCLAMAR SU PALABRA
MC 7,31-35
POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo
El ser humano entra en contacto con el mundo y con los demás a través de sus sentidos y necesitamos de ellos para poder experimentar la comunicación y la relación con los demás. A lo largo de los siglos las deficiencias, discapacidades y enfermedades han impedido a algunos hombres relacionarse totalmente con su entorno, basta pensar en quién desde su nacimiento vive la segregación de la sociedad por alguna discapacidad física. Ya desde el Antiguo Testamento se afirma que Dios creó al hombre y le creó completo: “y vio Dios que era bueno”, sin embargo, las consecuencias del pecado han acompañado de cerca al ser humano y le ha limitado, no sólo en sus capacidades físicas, sino también espirituales. Dios será el único que podrá restaurar su creación y devolver al hombre su dignidad y su integridad.
En el anuncio de los profetas ya se comienza a vislumbrar la esperanza de una restauración física y temporal del hombre. El profeta Isaías anuncia la inminente llegada de Dios: “Digan a los de corazón intranquilo: ¡Ánimo, no teman! Miren que su Dios viene vengador; es la recompensa de Dios, él vendrá y los salvará a ustedes” (Is 35,4). Leemos, además, en algunas páginas del Evangelio, que Jesús se compadecía de los enfermos y los sanaba (Mt 15,32; Mc 6,34). En algunas ocasiones los enfermos imploraban la salud, y en otras, le eran presentados para que fueran sanados. El pasaje del Evangelio nos presenta la curación de un sordomudo que fue presentado a Jesús: “Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él” (Mc 7,32). Es interesante que piden a Jesús que realice un gesto particular: “posar su mano sobre él”. El tocar es un signo que denota la trasmisión de un poder o de una autoridad o de una fuerza. Este gesto, aún en el presente, es integrado en muchos ritos de la Iglesia, que demuestran la acción de Dios que es compartida y ofrecida a quien se imponen las manos. Como, por ejemplo: la imposición sobre el pan y el vino, durante la confirmación, en la consagración sacerdotal y en la unción de enfermos.
En Cristo el mismo Dios toca nuestra humanidad herida y ésta es restaurada. Además, Jesús pronuncia una palabra, haciendo recordar la palabra inicial de Dios que al ser proclamada, se realiza: “que haya luz… y hubo luz”; así ahora, metiendo sus dedos en los oídos le ordena: “ábrete”, y sus oídos se abrieron y los ligamentos de su lengua se desataron. Ahora el hombre puede escuchar correctamente y no solo, también es capaz de escuchar la palabra de salvación que Cristo le ofrece; recobra una doble capacidad: para oír y para escuchar la palabra de Cristo y para proclamarla.
La acción de Dios en la vida de una persona siempre será positiva, alentadora y transformadora. Dios no pretende cerrar las posibilidades ni eliminar las esperanzas, sobre todo, desea que quién se acerque a Él, reciba su vida en abundancia y sea verdaderamente libre. Cuando se reconoce todo el bien que Dios realiza por medio de su Hijo, permanece en el hombre un sentido de agradecimiento y sobre todo de reconocimiento. Agradecimiento del beneficiado y reconocimiento de los testigos, así como aconteció en el Evangelio cuando decían: “que bien (kalós) lo hace todo”. De hecho, así también se anunciaba en el momento de la creación: “y vio Dios que era bueno” (Gn 1,31).
Toda la obra de Dios en medio de nosotros tiende a la perfección, a la sanación y a la restauración, por eso es importante abrir los ojos y darse cuenta que todas las obras que son contrarias a Dios: destrucción, división, odio, enfermedad y muerte, han sido vencidas en Cristo para darnos la verdadera restauración y liberación. Ahora sí, viendo y oyendo correctamente puedes darte cuenta de qué lado esta cada uno y, sobre todo, a quién se sirve y en quién cree.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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