“EL CUIDADO DE DIOS, UN CUIDADO VERDADERAMENTE ESPECIAL”
MC 6,30-35
POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo
Desde que somos pequeños hemos escuchado una expresión “Dios te bendiga, Dios te cuide”, dando a entender que cuando nosotros estamos lejos de los que amamos, Dios está y estará cerca con su cuidado y con su amor. De hecho, esto tiene un fundamento muy profundo, Dios siempre tiene cuidado de sus hijos y de sus creaturas, su providencia se extiende hasta los detalles más insignificantes; lo cual nos permite reconocer que, Dios nos protege. Ya lo decía san Lucas: “¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. en cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están todos contados” (Lc 12,7).
Este cuidado de Dios se ha manifestado palpable y profundo en la vida y ministerio de Jesús entre nosotros. Jesús, con sus palabras y con sus obras ha mostrado la acción providente de Dios, especialmente hacia los más necesitados: “los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Mt 11,5). De igual manera, así como el Padre, Jesús desea que ese cuidado llegue a todos, y envía a sus discípulos a continuar su misión.
El domingo anterior escuchamos que Jesús había enviado a sus discípulos a la misión de dos en dos y les había dado autoridad; hoy meditamos sobre su regreso después de una jornada de trabajo: “Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado” (Mc 6,30). Es evidente que, frente a un trabajo arduo, completo y extenuante, los discípulos se sientan cansados, aunque esto no lo refiere el Evangelio, pero Jesús al escucharlos les dice: “vengan también ustedes para que descansen un poco”. Así como decimos: “todo trabajador tiene derecho a su salario”, también es de recordar y reconocer: “todo trabajador tiene derecho al descanso”.
Lamentablemente por muchas realidades, vivimos agitados y vivimos sólo para el trabajo, sin darnos cuenta de que se nos escapan muchísimas oportunidades que nunca volverán. El trabajo es una bendición, sí, pero también hay que aprender a descansar. Y no me refiero, únicamente al descanso físico, sino también al descanso espiritual, porque el cansancio y el desgaste interior y espiritual no se repone con algunas horas de sueño o de descanso.
Jesús invita a sus apóstoles a descansar y los hace subir con Él en una barca hacia un lugar solitario (cfr. Mc 6,32). Nosotros como creyentes estamos en la Barca de Cristo, que es la Iglesia y debemos aprender, también a descansar con Él. Efectivamente sabemos que el Domingo es el día del Señor, es día de descanso y día para dar gracias de todos los beneficios recibidos. ¿si comprendiéramos cuántas bendiciones Dios nos ofrece, y hasta dónde se extiende su cuidado en nuestra vida, estaríamos siempre allí, con Él, para decirle gracias y para recibir sus bendiciones.
Ya descansados, el trabajo no se hace esperar, y la multitud va en busca de Jesús, allá a donde Él está, y no le dejaban tiempo ni para comer. Frente a la necesidad, San Marcos nos presenta una actitud importante en Jesús: “Se compadeció de ellos porque estaban como ovejas sin pastor” (v. 34). La compasión de la que habla el Evangelio no es la lástima, sino la conmoción interior, (hasta las entrañas), que mueve a Jesús a hacer algo por ellos, porque Dios cuando se compadece, actúa. Aprendamos a descansar y también a compadecernos de los demás, para poder hacer algo efectivo por quién realmente lo necesita.
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