ANUNCIAR HOY A CRISTO, VACÍOS DE TODO, PERO LLENOS DE DIOS
MC 6,7-13
POR: Jorge Armando Castillo Elizondo
En nuestra vida solemos hacer planes y proyectos con la ilusión que se realicen; pero debemos ser conscientes de que el hombre es incapaz de lograr que las cosas resulten como él lo ha decidido o determinado, sólo por el hecho de quererlo. Cada uno debe reconocer que no es por la propia fuerza y capacidad que las cosas se logran, sino por una acción divina que todo lo transforma y permite. Esto mismo lo vivió en persona el profeta Amós que fue rechazado de Betel y exhortado a predicar en Judá, él solo responde: “Yo no soy profeta, ni soy hijo de profeta, yo soy pastor y cultivador de higos. Pero Yahvé me tomó de detrás del rebaño, y Yahvé me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel” (Am 7,14-15). En este sentido, el Profeta no se atribuye la autoridad de profeta por sus capacidades o logros, sino por la elección de Dios.
De igual manera, los discípulos de Jesús reciben la misión de ir a predicar a todas partes la “Buena Nueva”. En el pasaje del Evangelio que meditamos domingo anterior, Jesús se aleja de su patria por la indiferencia hacia su mensaje y, sin embargo, envía a los suyos a predicar. Así lo leemos en el Evangelio: “llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos” (Mc 6,7). Ellos nada podrían haber hecho si no hubieran sido elegidos y si no hubieran recibido el poder o la autoridad para realizarlo. La eficacia, por tanto, no le corresponde al hombre únicamente, sino a Dios.
Lo primero que Jesús pide a sus discípulos es ir de dos en dos. Recordemos que en la mentalidad judía era necesaria la importancia de dos testigos para ofrecer un testimonio creíble (cfr. Dt 19,15); en segundo lugar, los envía desprovistos de todo: “Les ordenó que nada tomaran para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; sino: Calzados con sandalias y no vistan dos túnicas” (vv. 8-9). Cristo exhorta encarecidamente a sus discípulos al desprendimiento, porque lo único que necesitan es estar llenos de Cristo, de su palabra, para que todo lo que realicen sea verdaderamente eficaz. La fuerza, la novedad y la eficacia de la enseñanza de los apóstoles, dependerá no de los medios materiales, sino de la predicación que se realiza con autoridad y en nombre de Jesús.
Hoy, tentados a seguir una mentalidad consumista y materialista, podemos equivocarnos al proyectar la misión de la Iglesia únicamente con criterios humanos, y corremos el peligro de perder la referencia fundamental que es Cristo. El riesgo que debemos evitar en este tiempo es llenarnos de todo y permanecer vacíos de Cristo; porque como afirma san Pablo, la finalidad es: “hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en el cielo y lo que está en la tierra” (Ef 1,10).
Antes de proyectar nuestra misión, debemos ponernos en disposición de escucha y docilidad al Espíritu de Dios; segundo, aprender a discernir cuáles son los medios e instrumentos que nuestro tiempo nos ofrece para el anuncio, sin descuidar los medios que a lo largo de los siglos han impulsado la vitalidad de la Iglesia: la oración, los sacramentos, y de manera especial, la Eucaristía. Confiemos más en los medios sobrenaturales y espirituales que tenemos a nuestra disposición para la misión, que en nuestras propias capacidades o medios materiales; solo así, permitiremos que Cristo siga actuando en medio de nosotros, disponibles y más vacíos de nosotros mismos, pero más llenos de su Espíritu y de su amor.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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