COMENTARIO HOMILÉTICO

Administrador Colimapm | Opinión | 22/06/2024

CONFIANZA Y FE PARA LOS MOMENTOS DE PRUEBA

MC 4,35-41

POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo

La unión con Dios y el conocimiento de su amor nos permite experimentar seguridades, fuerza y sobre todo su cuidado providente en todos los momentos de la vida, especialmente en los más difíciles y críticos. Pero, es importante que el creyente reconozca que esa fidelidad y confianza en Dios tiene que renovarse día a día y en cada momento, porque la vida siempre nos sorprende. Debemos evitar el engaño de confiar demasiado en nosotros mismos al punto de olvidarnos de Dios, porque es allí que comenzarán las verdaderas dificultades.

El Evangelio de este domingo nos narra que los discípulos, después de una jornada de trabajo, al atardecer, toman a Jesús consigo y subiendo a una barca se dirigen hacia el lago. De hecho, Jesús les había dicho: “vamos a la otra orilla del lago” (v. 35). Es justo en ese momento de la travesía que se desata una tempestad en el lago, un viento huracanado hace que el agua comience a encresparse y a estrellarse contra la barca; y allí comienza el temor de los discípulos. Jesús, refiere el evangelista san Marcos, dormía sobre la popa de la barca, reclinado sobre un cojín. Inmediatamente, ante el peligro, van a despertarle y le dicen: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” (v. 38). Jesús se despierta, con su autoridad calla al viento y al mar y le obedecen, entonces comienza una gran calma. Es justo en ese momento cuando les reprocha su falta de fe y su cobardía “¿Por qué están con tanto miedo? ¿todavía no tienen fe?” (v. 40).

La duda, el miedo y la falta de fe son, también, tempestades que se arremeten contra nuestra vida, por eso, debemos confiar en que Dios está con nosotros, está cerca y no hay nada que temer. Así lo leemos en el libro de los Salmos: “¡No duerme tu guardián! No duerme ni reposa el guardián de Israel” (Sal 121,3-4). Los discípulos encuentran la calma al reconocer el poder de Jesús sobre los elementos naturales; Jesús es aquel a quien el viento y el mar obedecen puesto que es Dios. De hecho, el pueblo de Israel ya reconocía a Dios como aquel que ha dado un límite al ímpetu del mar: “Le dije: Hasta aquí llegarás, no pasarás, aquí se estrellará el orgullo de tus olas” (Jb 38,11).

Hermanos, es justo en ese momento, al reconocer el poder de Jesús, que los discípulos se quedan admirados, atónitos y se preguntan: ¿quién es este, a quien hasta el viento y el mar obedecen? Podríamos responder: Jesús es el Salvador, es el Hijo de Dios que vino a librarnos de todos los peligros que acechan contra nuestra vida, es aquel que nos invita a cultivar la fe en nuestro corazón para que podamos también ser fuertes y poder, en su nombre, frenar toda la fuerza del mal.

Grabemos en la mente y en el corazón que la fe, la confianza y la seguridad en el poder de Cristo nos ayudarán a vencer todas las adversidades y a no tener miedo. No olvidemos que no estaremos listos para enfrentar las tempestades de la vida si nuestra fe no está viva y fuerte en el corazón. Por eso, no es bueno confiarse, y menos en uno mismo, es mejor confiar, y confiar en el Señor.