AUNQUE NO TE DES CUENTA, DIOS SIGUE ACTUANDO (MC 4,26-36)
POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo
Una de las grandes virtudes de hombre de nuestros tiempos es la capacidad de poder tener en un instante el conocimiento y la información; pero, uno de los grandes defectos es perder la capacidad de la contemplación, la capacidad de detenerse un momento para ver cómo todo, con la ayuda y providencia de Dios, va a su desarrollo y plenitud.
Los hombres de estos tiempos somos desesperados y queremos resultados inmediatos, pero por más que nos afanemos no podemos hacer que las horas pasen más rápido, tenemos que ser pacientes y esperar que el día siguiente de inicio. En cambio, una de las cualidades de Dios es su paciencia, Dios siempre espera, Él no lleva prisa; pero nosotros sí tenemos que acelerar el paso para poder conocer y contemplar la verdad de Dios en todas las cosas.
El Evangelio de este Domingo nos presenta dos parábolas sobre lo que representa el Reino de Dios: la semilla que germina y crece, y el granito de mostaza. El uso de las parábolas en tiempos de Jesús era tan importante, que sólo así podrían comprender el sentido de los misterios de Dios. Efectivamente, el Reino de Dios es una realidad que no podemos comprender a profundidad, haciendo referencia a nuestra experiencia de los reinos de este mundo, tenemos que ir más allá para comprender el mensaje.
El Reino de Dios es la presencia de Dios entre nosotros, es la comunión con él, ya desde este mundo; realidad que tiene un inicio y que va, no a un fin, sino a una meta. En este sentido, el paso de Dios por nuestra vida no es insignificante, al contrario, es la manifestación más grande del cuidado de Dios por nosotros, puesto que lleva a crecimiento y desarrollo la vida de la gracia que nos ha ofrecido en su Hijo. Ya lo decía Dios en el profeta Ezequiel: “sabrán que yo, el Señor, humillo a los árboles altos y elevo a los árboles pequeños; que seco los árboles lozanos y hago florecer los árboles secos” (Ez 17,24). Es justamente el poder de Dios que es capaz de llevar a plenitud su creación y el proyecto confiado a cada uno.
Por tanto, tenemos que resaltar dos elementos de esta invitación a comprender el Reino de Dios entre nosotros: primero, que tiene un potencial de crecimiento y desarrollo para bien de todos, “de manera que los pájaros pueden anidar a su sombra” (Mc 4,32); y segundo que ese Reino está llamado a producir fruto ya desde este mundo. El crecimiento de la gracia en nosotros, muchas veces pasa desapercibida a nuestros ojos, pero, aunque no nos demos cuenta, va desarrollándose hasta hacer de nosotros hombres y mujeres de bien. Dice el Evangelio “sin que el hombre sepa cómo la semilla germina, crece […] da fruto” (v. 27-28), y también san Pablo lo decía a los Corintios: “caminamos guiados por la fe, sin ver todavía […] Por eso procuramos agradarle, en el destierro o en la patria” (2Cor 5,7-9). Quien sabe que no camina sólo sobre este mundo, sabrá agradecer a Dios los dones y, sobre todo, su paciencia con nosotros.
Hermanos, pidamos a Dios que nos de la serenidad y la calma de esperar sus tiempos, especialmente los momentos en que actúa en nosotros y en bien de nosotros, aunque no nos demos cuenta. Entonces aprenderemos a decir con el Salmista: “es bueno dar gracias a Dios, es bueno dar gracias” (Sal 91,2).
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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