MARCOS 1, 21-28
POR: Pbro. Juan José González Sánchez
Nosotros, los creyentes, interpretamos la historia como: “historia de la Salvación”, gracias a las intervenciones de Dios y de sus profetas. Dios ha ido suscitando profetas en medio de su pueblo para que sean sus testigos: Anunciando, denunciando y siendo alternativa de su proyecto salvador. El profeta superior y excepcional, el profeta culminante de todos los tiempos es Jesús de Nazaret.
La segunda lectura recoge el consejo de San Pablo sobre el celibato y la consagración con los consejos evangélicos. Esta vocación es una más dentro de la Iglesia, un don del Espíritu al servicio del Reino de Dios y una gran riqueza para la Iglesia. Pero no tenemos que pensar que es una vocación superior ni siquiera más perfecta. La vocación fundamental de los cristianos es la bautismal. El Evangelio es igualmente exigente para todos los cristianos, lo mismo que la santidad, que es una llamada y un deber de todos los bautizados. Mientras no superemos esto, aceptándolo como un mandato evangélico para todos los bautizados, no estaremos haciendo la Iglesia de Jesús. Estará muy bien estructurada... pero no será la Común-unidad, del Nuevo Pueblo de Dios.
El evangelio de Marcos presenta ya en su comienzo al Jesús adulto en lucha con los espíritus del mal, arrojándolos fuera de las personas y dejando claro su objetivo redentor. Él enseña y actúa con autoridad. Todo Él está lleno de verdad y bondad. La gente descubre en su persona un modo nuevo y diferente de presentar los valores humanaos y religiosos: es coherente, testimonial, es un místico y un profeta de Dios que marca pautas nunca vistas, despierta las conciencias, propone un proyecto alternativo que muchas veces los “listos” de este mundo pretenden ocultar por intereses mezquinos.
Si Jesús asombra, atrae y convence es porque encarna un estilo de vida que enlaza con las aspiraciones más nobles de las personas. Por eso se le reconoce autoridad; en Él hay una total fidelidad a los dones de Dios, hay un alma limpia, generosa y comprometida y hay victoria sobre las tentaciones y sobre las tendencias enfermizas -diabólicas- que muchas veces se apoderan de las personas y de los ambientes.
No hay mayor autoridad que la que brota de un alma limpia; y esa es la de Jesús. Está por encima de los votos... tal autoridad ayuda a las personas a ser mejores. El poder, sin ese tipo de autoridad, corrompe.
Nunca hemos necesitado tanto una autoridad así, como en estos tiempos de incertidumbre, miedo y, sobre todo, mentira. ¡Qué Él nos ayude!
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