
Miel y abejas
Hace unos días estuve en la Galería Nacional de Londres. No soy muy afecto a los museos, soy más bien proclive a los mercados (como el de Camden town), pero esta vez no podía rehusarme. Como de cualquier modo nada de lo que hay en la vida me es indiferente, entré con los ojos absortos. No recuerdo si fue en la primera o segunda sala donde encontré un cuadro de Lucas Cranach, específicamente el de Cupido quejándose con Venus. En el cuadro aparece Venus desnuda y el pequeño Cupido debajo de un árbol. El niño alado sostiene con la mano derecha un panal de abejas y, con la izquierda, se toca el nacimiento del pelo. Tiene una abeja en el pecho, el antebrazo y la frente y muestra una mueca de dolor. La madre lo observa con una expresión de compasión, mientras aferra su mano izquierda a una rama del manzano. Intenté obtener el significado de esa bella imagen que, en sí misma, me conmovía, pero fue inútil. Entonces me acerqué lo más que pude y vi la ficha que la acompañaba. Ahí podía leer algo que recordaba “El Idilio XIX” de Teócrito, “El robador de panales”, y que era una verdad tan simple como ésta: todo placer va acompañado de dolor. Volví a la escena y me di cuenta de lo fácil que habría sido encontrar esa verdad oculta en un hecho tan simple que conjugaba miel y abejas. Muchas veces olvidamos, en efecto, que las grandes verdades de la vida las tenemos, para bien o para mal, la mayoría de las veces, frente a las narices.
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