¿CLIENTELISMO O RENTABILIDAD?
En nuestro país, décadas atrás, se instaló y ha apuntalado una costumbre que ya vemos como algo normal, cuando no deja de ser una pésima y repudiable práctica que precisamente se reaviva cada tres años en cada contienda electoral, obra y gracia de las y los actores una clase política que ante la falta de argumentos sustentados y de propuestas atractivas como algo que debe ser, ha recaído en la nociva y perjudicial subcultura clientelar que se mantiene en la compra de simpatías en pos del voto, acción contraproducente que cada vez se revierte más, al grado ya de cobrar evidentes victimas pre y postelectorales.
La despensa, la dádiva, el regalito y hasta la entrega de dinero en efectivo para comprar conciencias (¿?) y votos, es la constante en la burda parodia de la democracia conocida en México, en la que lo último que parece importar a la gente, al electorado, a la mayoría de votantes, de ciudadanos, parece ser la propuesta, la coherencia y calidad del discurso, el compromiso público, la congruencia ideológica o la honestidad y la transparencia personales.
Los políticos, los partidos, las instituciones electorales, el Gobierno y, sobre todo, nosotros, la gente, los ciudadanos, estamos obligados a revertir esa mala maña ¿Cómo? Orientando, informando, creando conciencia, educándonos, siendo críticos y más conscientes y no seguir permitiendo que se siga medrando con una causa en la que nos estamos jugando el futuro.
Ningún político actual escapa a eso, el que lo pretenda lo más probable es que no llegue, que se quede en el camino, de tal manera que no es raro que después de tres años haya regidores que hicieron campaña para alcaldes y que habiéndola perdido arrastran fuertes deudas económicas. Igual el caso de varios diputados, sobre todo del nivel local, que asumen la “Gestión” como su tarea capital sin que ésta se contemple en sus obligaciones, a sabiendas que de eso en mucho puede depender el siguiente cargo, eso, más que hacer mejoras al marco normativo o proponer alternativas de fiscalización del gasto público, como explícitamente lo refieren sus dos únicas funciones legales.
De ahí que resulta comprensible que algunos se arrepientan, nada más al ver la cascada de pedinches que sin ton ni son se acercan a puro pedir para ver que le sacan al ungido, peticiones-gestiones algunas que rayan en lo absurdo, desde la despensa, el camión para el viaje a Talpa o para “ir a ver al Papa”, hasta el pago de la boleta de infracción o la condonación del pago del predial, sin olvidar las zapatillas de la niña o la renta del local para la piñata y el pozole del día de las madres.
Muchas pueden ser las razones de este fenómeno: la mala educación, la crisis económica, la falta de cultura política, etc., aunque de fondo puede ser una velada venganza por lo que el imaginario colectivo le atribuye, no sin razón, muchas de sus desgracias personales a la clase política; puede ser, lo que no puede ser es que sigamos patrocinando con nuestra simulación y complicidad algo que no debe ser y que nunca debió haber sido, el clientelismo en vez de la rentabilidad electoral que desde ya debemos exigir a los políticos y aspirantes a cargos de elección popular. Esta columna, además de www.colimapm.com, también la publican: www.afmedios.com, www.colimanoticias.com, www.ecosdelacosta.com.mx, www.editorialsenda.com, www.elbuenvecino.com.mx, www.eleccionescolima.com y www.quadratin.com.
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