CULTURALIA

NOE GUERRA PIMENTEL | Opinión | 16/03/2012

VANDALISMO SENIL

Hoy, si me permiten, haré una digresión en este espacio generoso. Lo ordinario es que un chiquillo, un muchacho con problemas de atención, de personalidad, inmaduro, sin sentido de pertenencia, resentido con la sociedad o vaya usted a saber de qué, sea el o la que nos raye el carro, pintarrajee la barda con gis o crayón, grafitee, toque el timbre de la casa, golpee la puerta o nos tire la basura en la calle; lo que pudiéramos tomar como normal sin que lo sea y hasta cierto punto tolerado, ya le pasará, decimos resignados. Lo que sí debe ser preocupante es que eso mismo lo haga un adulto, una persona ya mayor; sin embargo sucede.

Les cuento. El miércoles de la semana pasada acudí a mi centro de trabajo a dar una charla a estudiantes de nivel superior. Todo muy bien, los jóvenes muy activos, atentos, preguntando de todo lo concerniente al tema. Al término, luego de las despedidas, fotos y agradecimientos de rigor, me dirigí a mi auto debidamente estacionado, lo abordé y antes de encender la marcha me sonó el celular, lo que me interrumpió para atender el mensaje, fue en ese momento cuando precisamente vi que por el frente cruzaba un conocido, persona ya mayor con la que siempre he tenido un trato respetuoso y cordial.

En su trayecto y evidentemente sin reparar en mi presencia al interior del coche, pasó por mi costado derecho y cuál sería mi sorpresa cuando un golpe seco, seguido del característico ruido de una punta metálica cortando el metal me hizo percatarme de algo de lo que aún hoy me resisto asimilar ¡Me había rayado el coche! Con las emociones encontradas ante la sorpresa e incrédulo como estaba, solo reparé a encender el motor, echar reversa en su delante, pues se encontraba a unos metros platicando con otra persona y me despedí desde mi recién agredido vehículo familiar. Esperé la disculpa que no llegó y que ya no quiero que llegue.

En el camino y hasta este momento mil ideas y un sinfín de interrogantes han cruzado por mi mente, como tratar de culparme ante la posibilidad de haber motivado su agresión, hasta la predecible y tanto cuanto lógica venganza, opciones que afortunadamente rápido deseché y que a la vez me obligan a tratar de entender esa artera cuanto alevosa e injustificada y muy cuestionable, para mí, actitud de un individuo al que creí conocer, un adulto mayor, que en su condición lo que debe merecer, estoy convencido, es toda mi consideración y, si lo logro, comprensión.

Me preocupa porque esta persona hizo lo que hizo sin pensar en los demás, en los otros, en quienes podría yo culpar, pues él, por su edad estaría lejos de toda sospecha de mi parte, en esos otros contra quienes por presunción habría emprendido acciones legales por daño patrimonial, lo bueno del caso es que lo vi y que por ello no puedo intentar responsabilizar injustamente a otros, lo malo que en lo sucesivo ya no veré igual a ese sujeto que, como me consta, es capaz de cualquier bajeza, como antes me lo habían adelantado varios que ya lo conocían.

Adelanto, no diré quién es el aludido. Me conformo con que él y yo lo sepamos. Es suficiente. Mientras tanto, buen día y que el “Puente” les sea grato mientras yo transito con el rayón en mi vehículo, mismo que, aunque sé que no se me olvidará, decidí dejarlo así hasta que me deshaga de ese coche, como muestra de la impotencia de un senecto que camina el mundo cargando su pequeñez, probablemente producto de una gran frustración, incompetencia, ineptitud, inmadurez y cobardía, combinadas con una envidia que seguramente le corroe ¡Pobre!

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