
POR: Guadalupe Coronel
Su lengua está entre mis piernas, lamiendo con suavidad mi clítoris insaciable, estoy tan lubricada que se confunde su saliva con mis fluidos, me provoca jalar su cabello y acercarlo aún más a mí, siento como cada músculo desde los dedos de los pies hasta las palmas de mis manos se dilatan y contraen abruptamente, jadeo con suspiros entre cortados, el baja un poco su lengua y la introduce hasta donde le es posible, saborea el néctar caliente que emana de mi ser, regresa al clítoris y con lengüetazos más intensos hace que mis piernas tiemblen sin control, mis pezones firmes experimentan un frenesí descomunal, cada uno de mis poros suda el calor que guarda mi cuerpo desnudo, mis ojos se ponen en blanco y un gemido profundo me hace demostrarle que ha conseguido su objetivo, tomo con fuerza su cabello mientras mis movimientos corporales involuntarios se hacen presentes, le pido que pare y llevo mi boca a la suya, lo beso y saboreo también el manjar que pudo degustar, así por un par de minutos hasta que vuelvo a tener la necesidad de sentir su lengua en mi punto erógeno más potente, entonces bajo su cabeza y el recorrido de su lengua por mis labios me roba un indiscreto gemido, continúa así por un par de ocasiones más y vuelvo a alcanzar el clímax vez tras vez, me dice que su paladar ya está agotado, le respondo que le dejaremos un descanso, mientras su relevo continúa tratando de satisfacer ese clítoris insaciable.
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