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BITÁCORA REPORTERIL

Administrador Colimapm | Opinión | 21/04/2021

AGUA ENVENENADA

POR: César Barrera Vázquez

Pedro Zamora Briseño, corresponsal de Proceso y quien fue mi maestro en la praxis periodística, me enseñó que no existe el periodismo objetivamente puro, sino que el reportero siente, percibe y plasma el mensaje con el crisol de su entendimiento y convicciones.

Eso no significa, por su supuesto, que se pueda decir y escribir lo que se quiera, pues para eso existe la técnica periodística, cuya estructura es la observación, investigación y verificación de datos; lo que se sale de eso es, formalmente, propaganda o chisme.

Y es que el periodista no puede ser alguien insensible, apático de su realidad, de los problemas que afectan a nuestra sociedad, sino que busca revelar esa realidad incómoda y generar reacciones, dentro de la misma sociedad, para incitar un cambio.

Por consiguiente, el periodismo, intrínsecamente, va más allá de ser una actividad mercantil y que informa a la población sobre hechos de interés público; también funciona como un contrapeso al poder.

Hoy más que nunca lo vemos: la prensa crítica es la que desmiente al presidente día a día, al dar cuenta de un país que dista mucho del discurso triunfalista de la cuarta transformación: el incremento de la violencia, la debacle financiera, la crisis económica, la ineptitud de las autoridades, la corrupción de la nueva clase política y el ataque, desde el ejecutivo, tanto a las instituciones como al orden constitucional; todo sustentado en datos, testimonios y leyes.

Hoy, también, más que nunca, la prensa es atacada desde las altas esferas del poder, legitimando en el discurso una violencia que, luego, se materializa en ejecuciones de reporteros. Por eso México sigue siendo uno de los países más peligrosos, en todo el mundo, para ejercer el periodismo. La prensa fifí, chayotera, vendida, pasquín inmundo, vocifera el presidente AMLO desde el púlpito de La Mañanera, sin más fundamento que su odio y aversión hacia quienes lo critican.

Luego, en ese mismo espacio de La Mañanera, ponderan lo que para ellos es un buen periodismo: el zalamero, el que lisonja al presidente y lo alaba, hasta lo ignominia servil: “es un rayo de esperanza”, “es como Jesucristo”, entre otros adjetivos panegíricos y juicios de valor que transforman una pregunta en una alabanza personal. 

Para muchos en la autodenominada cuarta transformación esa es la prensa ideal, el verdadero periodismo. Esa, digo yo, es agua envenenada. De esa agua no tomo, aunque me descalifiquen. Aunque me digan chayotero, vendido y cuanto insulto inventen.

Yo, en lo personal, me quedo con estos principios fundacionales de lo que considero es un buen periodismo: apegarme a los hechos y a la verdad factual, testimonial y documental, siempre con un irrestricto apego a la ley, en el entendido que son nuestras normas legales las que buscan lo mejor para la sociedad.

El periodismo, en ese sentido, no está al servicio de los poderosos, sino que vigila su actuar y los somete, a través de técnicas periodísticas, al escrutinio público: la Casa Blanca de Peña Nieto, la Estafa Maestra, Operación desabasto en hospitales, por nombrar sólo algunos de los reportajes más notorios en los últimos años.

Para mí, esa es el agua limpia: la que sigue una práctica periodística apegada a los cánones de la investigación y verificación, orientados por la convicción de hacer lo mejor para la sociedad, sobre todo en los sectores más necesitados, sin demagogias y esnobismos. Un periodismo que defiende la democracia, que critica al poderoso y que informe debidamente al ciudadano para que, a su vez, éste tome las mejores decisiones.

Por eso sigo estos principios básicos para mí trabajo reporteril, siempre diciendo las cosas con sustento y sin faltar a mis principios: la razón como la guía inatacable para obtener los mejores resultados, en todos los aspectos de la vida, no solamente en lo profesional. Ya decía Aristóteles que la razón es el mejor camino a la felicidad.

Consecuentemente, reitero: del agua envenenada de la insensatez no bebo. Porque qué difícil es de estar del lado de la insensatez, de la sinrazón, de quienes dicen algo y luego, en los hechos, hacen lo contrario. Qué difícil es apoyar acríticamente a una persona, dejando de lado, en el bote de la basura, la razón y las convicciones. Esa es pura agua envenenada.

DOS PUNTOS

La Universidad de Colima arrancó recientemente con el Seminario Elecciones y Democracia 2021, el cual se configura en un espacio de reflexión importantísimo en estos momentos de la contienda electoral. Es, precisamente desde la universidad, donde se debe impulsar el voto razonado, bien reflexionado y que pondere los mejores perfiles y proyectos a la gubernatura y demás cargos de elección.

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