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BITÁCORA REPORTERIL

CÉSAR BARRERA VÁZQUEZ | Opinión | 25/02/2021

PEÑA Y AMLO, A TRAVÉS DEL ESPEJO DE LA ASF

Si este gobierno de la cuarta transformación es el menos corrupto en la historia de México, el presidente tendrá que explicar por qué la Auditoría Superior de la Federación (ASF) identificó irregularidades por un monto superior al primer año del gobierno de Peña Nieto.

De acuerdo al informe general de la cuenta pública 2013, la ASF identificó observaciones por un monto de 67 mil 167 millones 900 mil pesos del gasto federalizado. La cantidad es relevante, porque estamos hablando, desde la retórica del presidente, del gobierno más corrupto en la historia de México.

Y es que si el gobierno más corrupto tuvo observaciones por 67 mil 167 millones 900 mil pesos en la calificación de la cuenta pública 2013, no se explica cómo el más honesto ejerció de manera irregular 67 mil 498 millones de pesos en el 2019. 

Entonces, ¿o el gobierno de López Obrador es igual de corrupto que el de Peña Nieto o, por otro lado, el gobierno del PRI es igual de honesto que el gobierno de la cuarta transformación, por lo menos en su primer año?

Más allá de la comparación, que es demoledora para el discurso anticorrupción del presidente --su principal bandera electoral--, lo de fondo son los procesos de solventación.

Me explico: el trabajo de fiscalización de la ASF es complementario a una serie de procesos legales que culminan en sanciones administrativas, las cuales pueden ser admoniciones públicas o de carácter resarcitorio—también puede interponer denuncias penales--; es decir, que regresen la lana y compensen el daño generado al erario público.

De hecho, ese es el trabajo más importante de la ASF, no solamente ventilar a los gobiernos, aunque en términos periodísticos es lo más atractivo: conocer las irregularidades y observaciones en el ejercicio del gasto. Y se entiende, pues es dinero público.

Ahora bien, la gran diferencia del 2013 y el 2019 (si bien en observaciones de irregularidades casi son iguales), estriba en que en el primer año de gobierno de Peña Nieto se resarció más recursos (9 mil 518 millones 200 mil pesos) que en 2019 con AMLO (861 millones de pesos). Es decir, hubo más irregularidades con AMLO y, por si fuera poco, resarció menos.

¿Por qué la diferencia tan grande de los montos resarcidos? Tendrá que explicarse desde el plano legal y técnico. Pero lo que es público y notorio, es la forma en que el presidente ataca a las instituciones y organismos autónomos, en un país con todavía una endeble democracia, atormentada por los fantasmas del presidencialismo imperial.

Y no es un trabajo menor el de la ASF, en ese sentido, pues del 2001 hasta el 2019 se ha logrado resarcir más de 146 mil millones de pesos. De ahí la importancia de su trabajo, y también, la importancia que los presidentes de la república respeten y coadyuven el trabajo de fiscalización de la ASF.

Una institución, por otro lado, que ha sido clave en el combate a la corrupción, por lo menos en los últimos 20 años y de cuyos resultados, incluso, el mismo López Obrador se benefició electoralmente para afianzar el discurso de la corrupción neoliberal.

No obstante, lo peligroso de todo esto es que en la realidad del presidente, su gobierno es incorruptible y la corrupción achacada es producto de los ataques de sus adversarios. Por consiguiente, si no hay corrupción, no hay nada que resarcir, a pesar de que los daños el erario son inobjetables. Tampoco hay nada que rectificar o cambiar, porque aquí todo está bien.

DOS PUNTOS

El presidente presiona en la mañanera, ataca desde el púlpito presidencial, y el auditor superior recula y desestima su mismo trabajo contable y fiscalizador, un trabajo que por cierto dejó mucho que desear en los términos de recuperación de recursos vía sanciones resarcitorias. ¿O lo dobló el presidente y se supeditó a la verdad oficial del discurso anticorrupción, o su trabajo es tan ineficiente que no sirve? En cualquiera de los casos, es insostenible su permanencia como titular de la ASF.

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