
HAGAMOS UNA LECTURA DEL QUEHACER CARITATRIVO
POR: Pbro. Juan José González Sánchez
A veces es tal la intensidad o la inquietud con que afrontamos algunos acontecimientos, sobre todo los imprevistos, que nos pasa desapercibido su verdadero alcance o su sentido más profundo.
Metidos en faena, podemos llegar a confundir lo urgente con lo necesario. Así nos lo recuerda la sabiduría popular: «El árbol no te deja ver el bosque».
Es preciso tomar distancia, tener perspectiva, dedicar un tiempo prudente a la reflexión, para aprender de lo sucedido y dar pasos hacia el futuro, sin repetir errores del pasado.
Hemos de ser conscientes de las consecuencias de nuestros actos u omisiones.
Qué interesante resulta la experiencia de aquellos magos de oriente que, tras adorar al Niño Dios y ofrecerle lo mejor de sí mismos, fueron alertados para volver a casa por otro camino.
Algo parecido les sucederá a los discípulos de Emaús que, desolados y encerrados en sus cosas, «van de vuelta».
Será el mismo Jesús quién les ayudará a profundizar en su propia experiencia, a relacionarla con otros acontecimientos, a ir más allá de sí mismos, a abrir la realidad a la trascendencia, a leer los «signos de los tiempos».
Qué deseable es mantener momentos de contemplación y reflexión, para que los acontecimientos que vivimos no se agoten en sí mismos, ni las acciones que realizamos sean un mero responder a lo que va apareciendo.
No podemos convertirnos en «dispensadores automáticos» de buenas obras.
Necesitamos hacer una lectura comprensiva de nuestro quehacer también caritativo, que nos sirva para discernir y descubrir cuál es la manera más adecuada de practicar la solidaridad, para que cualquier ayuda, por muy puntual que sea, pueda fomentar la promoción del que la recibe.
Ciertamente, ayudar es siempre prioritario, pero ¡cuidado!, no es menos importante la manera de hacerlo.
En los pequeños gestos, nos jugamos el respeto a la dignidad del prójimo.
De tal manera que nuestras ayudas, según cómo las hagamos, dignificarán al beneficiario o lo condenarán a seguir errando en su empobrecimiento.
Por tanto, será muy conveniente revisar las situaciones vividas, pero sobre todo es más provechoso recordar a las personas implicadas, para reavivar las relaciones establecidas y contemplar su proceso de liberación.
Esta relectura nos ayudará a discernir si nuestro quehacer solidario promueve un verdadero compartir fraterno.
Además, toda ayuda, aunque parezca unidireccional, siempre es mutua, porque a través de ella se desarrollan las personas implicadas.
De ahí la importancia de atinar con la forma más adecuada y reverente de realizarla.
Una caridad mal entendida puede mantener la injusticia que pretende erradicar indirectamente fomentar la desigualdad entre el que da y el que recibe.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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