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PALABRA DE SACERDOTE

Administrador Colimapm | Opinión | 28/01/2021

*Nunca habías dicho una verdad tan grande

POR: Pbro. Juan José González Sánchez

En cierta ocasión, predicando en un entierro, un servidor comenzó diciendo: “Hermanos, todos tenemos que morir”.

Inmediatamente, al fondo del templo, un hombre, algo escaso de salud mental, comentó en voz alta: “Nunca has dicho una verdad tan grande, hombre”.

Fue imposible que los fieles contuvieran del todo la risa, a pesar de la seriedad del momento. No cabe duda que aquel hombre tenía razón.

Cierto, todos tenemos que morir, pero tendemos a pensar que sólo mueren los demás o que aún nos queda mucho tiempo para dejar este mundo.

Recuerdo que en una Parroquia en la que se tenía la costumbre de tocar las campanas cuando moría alguien, alguna gente me preguntaba por quién doblaban las campanas.

Y una vez dicho el nombre del difunto o de la difunta, solían comentar: “pero si no estaba enfermo”. A lo que respondíamos: “Es que para morir no es necesario estar enfermo, sino que la condición fundamental es estar vivo”. O sea, que todos somos candidatos.

Hace poco más de un año, a una mujer bastante cercana por motivos pastorales, le diagnosticaron un cáncer muy avanzado.

Esta mujer tenía miedo a la muerte, lo cual, seamos sinceros, parece muy normal.

Cierto que ella era una buena creyente, pero hasta el mismo Jesucristo sintió pánico.

Desde el primer instante, a parte de la presencia constante de miembros de su familia según la sangre, tuvo siempre la oración y cercanía de un grupo de hermanos en la fe. Para ser más exactos, del Camino Neocatecumenal.

Ella era consciente de que se moría, pero llegó el momento en que manifestó sus deseos, su prisa, por encontrarse definitivamente con el Señor. Esperaba con ansia ese encuentro.

Ahora ese deseo ya se cumplió. Por eso la celebración de su muerte, a pesar de la inevitable tristeza de la separación, ha sido una celebración especialmente gozosa, no precisamente multitudinaria, pero sí muy íntimamente cristiana.

Le acompañamos hasta el cementerio en el que sus restos mortales descansan esperando la Resurrección.

¿Verdad que no es habitual que en un cementerio se toquen guitarras a la hora de dar sepultura a alguien? Pues en este caso sonaron y no desentonaron. Ha sido una experiencia inolvidable.

Gracias, hermana, por todo lo que aprendimos de ti.

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