
POR: GUADALUPE CORONEL
Se conocieron una noche común, una como cualquier otra, ambas decidieron ir a un bar del centro cuyo nombre se le atribuía a un compuesto psicodélico, dado así con justa razón por el efecto que experimentaban los clientes del lugar después de unas horas brindando y escuchando buena música, las dos iban acompañadas por amigas, una de ellas festejaba su compromiso de matrimonio y la otra buscaba alcoholizarse y olvidar, aunque fuera de manera momentánea, la amarga noticia que recibió la mañana del día anterior.
Ramona bebía shots de tequila, disfrutaba el amargo rasguño que le provocaba cada trago y después saboreaba un limón cubierto por granos de sal, sus dos amigas le pedían que bebiera con moderación y ella les respondía que quería beber hasta que el cuerpo aguantara o bien, hasta que lograra olvidar.
Ana por su parte, tomaba mimosas acompañada por su hermana mayor y su mejor amiga de la infancia; Sofia. La razón de la reunión fue platicarles que su novio al fin le había propuesto matrimonio, después de 6 años de noviazgo, su alegría no podía ser mayor, ella creía que él jamás se animaría a pedir su mano, dado que ya había tardado más de lo esperado.
La noche transcurría y en el DMT el bullicio era el anfitrión del lugar, Ramona disfrazaba su pena con bromas y risas constantes, sin embargo, sus amigas sabían que ella no estaba bien y se hacía notar en su mirada vacía y distante, ella por supuesto, no quiso expresar la realidad de sus emociones y se mostraba triunfante, arrebatada y por demás ambientada.
Ana portaba una sonrisa de oreja a oreja, abrazaba a su hermana quien tomaba al doble, festejando la alegría de su hermana (aunque por dentro sólo lo hacía para disimular la gran envidia que le provocaba que la menor de la familia ya había conseguido “barco” y ella permanecería de cotorrona esperando a su príncipe azul que por más de 34 años había anhelado), su mejor amiga sólo extendía el brazo convocando una y otra vez el brindis en honor al matrimonio de su pequeña, como le decía por cariño.
El reloj indicaba las 2 de la mañana, algunas mesas ya estaban desocupadas y los meseros paseaban de un lado a otro, sirviendo la poción mágica que embrujaba con su encantador sabor ardiente y dulce, ese elixir, que deja salir al verdadero ser y que permite expresar hasta las más descomunales emociones que llevamos dentro y procuramos censurar por ir en contra de la “normalidad” social.
La hermana mayor de Ana ya había tomado bastante y temía irse conduciendo sola hasta su casa, por ello le pidió a Sofía que la llevara, dado que ambas vivían por el rumbo, ella sin dudarlo accedió a la solicitud, para Ana la noche aun no terminaba, sin duda quería seguir tomando tan deliciosas mimosas y corear las canciones de Soda Estéreo que se escuchaban fuertemente en el lugar, así es que decidió quedarse a tomar unas cuantas copas más, antes de que pasara su novio a recogerla, ya que habían quedado de verse hasta las 3 de la mañana cuando el saliera de trabajar del hospital. Su hermana y su amiga se despidieron de ella y le pidieron tuviera cuidado y les avisara cuando éste pasara a recogerla, ella les prometió que así sería, que no se preocuparan, ya que en ese maravilloso día nada le podía salir mal.
Ramona ya estaba por demás tomada, sus amigas la llevaron al baño para tratar de bajarle la borrachera, una de ellas comenzó a regañarla, Mona (como le apodaban) se enfureció y les gritó que se fueran y la dejaran, que ella podía cuidarse sola, Gina y Cinthia se molestaron y se fueron echando tiros por culpa de la pobre loca de Ramona.
Mientras continuaba echándose agua a la cara y tratando de limpiar el rímel negro escurrido bajo sus ojos entró Ana al baño apurada por depurar los litros de mimosa que había ingerido durante la noche, mismos que ya la hacían tambalearse de un lado al otro, pasó de repente y entró hasta uno de los dos retretes, desahogó su prisa y se acercó al lavabo para asear sus manos, en ese momento se percató del llanto profundo de Ramona y le cuestionó que si se encontraba bien, la inconsolable chica con la cara cubierta por sus manos le contestó que nadie podía ayudarla, que su vida ya se había ido al carajo.
Las dos bellas chicas estaban por demás ebrias, una loca de felicidad y la otra de dolor. Ana insistió en cuestionarle si necesitaba que hiciera algo por ella, Ramona descubrió su rostro y levantó la mirada inundada por el llanto, ambas se quedaron viendo fijamente, fue una sensación extraña la que las invadía, quizás por el grado etílico que tenían en su ser o por el raro juego que a veces disfruta gastarse el destino.
Ana sentía mucha compasión por la tristeza de esa preciosa desconocida, por su parte Ramona estaba muy necesitada de una persona que le diera un consuelo, Ana acercó su mano hasta el rostro de Ramona e intentó secar las lágrimas que escurrían por sus mejillas, le dijo que sin importar lo que le estuviera pasando, el tiempo se encargaría de poner todo en su lugar y que pronto ese llanto se vería reemplazado por sonrisas y felicidad, la chica abrumada se le acercó, sus rostros estuvieron de frente y su respirar pausado se aceleraba cada vez más, las manos de Ana temblaban ante dicha acción pero su cuerpo solo se dejó llevar por la inercia que provocaba la mirada de Ramona.
En el exterior se escuchaba la Célula que explota, el aire ya no circulaba por el lugar y la complicidad de la luz tenue provocaron un acercamiento por demás dominante, una a la otra se miraban fijamente mientras inclinaban sus rostros al lado contrario y fue así como sus labios se unieron lentamente, el delicioso sabor de tequila y mimosa se reunieron bailando entre sus lenguas húmedas, el sudor se deslizaba entre sus pechos y una a la otra juntaron sus cuerpos, mientras cerraban la puerta para ocultar tan maravillosa escena.
Sus manos no pudieron resistir la tentación y de repente comenzaron a deslizarse entre las curvas de ambas siluetas, una a la otra bajó su escote y lamió sus pechos de forma delicada e intensa, mientras la otra subió la falda y con sus finos dedos sintió la humedad que guardaba entre sus piernas, se convirtió aquello en un éxtasis total de tan sólo un par de minutos, hasta que de pronto ambas exhalaron un gemido de placer total que se disimulaba con el sonido exterior, para su infortunio alguien comenzó a tocar insistentemente la puerta y rápidamente acomodaron su vestimenta y fingieron que allí todo marchaba normal.
Una chica entró al baño, Ana y Ramona se recargaron en la pared del baño sin decir palabra alguna, esperaron a que la inoportuna señorita saliera del lugar, se miraban profundamente sintiendo miles de emociones encontradas, Ana le trató de explicar tartamudeando que estaba muy tomada y que se dejó llevar por el alcohol y la euforia que tenía porque ese día su novio había pedido su mano, Ramona de igual manera trató de disculparse diciendo que estaba muy vulnerable porque un día antes de esa noche su novio había cancelado su boda, en fin, ambas descubrieron que estaban en una situación extremadamente contraria.
Las dos apenadas, concordaron en salir del baño y hacer de cuenta que nunca había pasado nada, que fue una locura de borrachera que jamás se volvería a repetir, caminaron hacia la salida y de pronto vieron entrar a un hombre entre la variación de las luces, fijaron en él la mirada y exclamaron al mismo tiempo: ¡Hola David!
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