
POR: GUADALUPE CORONEL
Un teléfono suena un par de veces, el reloj marca las 3 de la madrugada, después varios intentos fallidos, quien llama insistentemente se conforma dejando un mensaje al buzón de voz: Hola, soy yo, me apena mucho molestarte a ésta hora, pero la ansiedad no me permitió esperar un minuto más, te confieso que jamás había hecho esto antes, quizás porque nunca tuve la oportunidad de conocer a una persona como tú, ciertamente los nervios me han invadido y mi corazón late tan fuerte que mi pecho teme pueda explotar.
Se que pensarás que es una locura pero, tu perfume sigue impregnado en mi cuerpo, tu sabor permanece en mis labios y al cerrar los ojos aún siento que estás aquí.
No pretendo incomodarte, pero quería que supieras que no podré olvidarme de lo que pasó esta noche, la música que retumbaba en mis oídos, el cálido aire que recorría tu silueta, la magia de tus ojos miel que me veían fijamente, cada trago de tequila que me animó a acercarme a ti entre la multitud y sentir tu cuerpo húmedo de sudor vibrando al compás del baile.
Me apenaba dirigirte la palabra, tú rodeada de amigas, brindando y sonriendo, tu rostro reflejaba tanta felicidad y te juro que me fue imposible resistirme a observar detenidamente lo que con celo guardaba tu minifalda negra y el glorioso ángulo que le acentuaban esos tacones altos, aunque traté no pude ignorar ese par de pechos firmes en tu escotada blusa, me encantaste desde el primer segundo en que te vi, una musa celestial que derrochaba sensualidad a su paso.
Quizás fue imprudente de mi parte acercarme a ti y entablar esa pequeña charla, pero sé bien que tú no ignoraste mi presencia, una chispa surgió de aquella conversación, seguramente fue eso lo que nos llevó al estacionamiento a buscar oscuridad con el pretexto de fumar un cigarro.
Me dejé llevar y tú tomaste la iniciativa del mágico momento, te acercaste sigilosa a mi y rosaste tus labios en mi cuello, envolví tu cintura con mis brazos y mis manos inquietas bajaron hasta tu cadera y después un poco más abajo. Sentí tus firmes nalgas y las apreté ligeramente, en ese punto yo no podía controlar la rudeza de mis impulsos. Tú llevaste tus manos hacia el cierre de mi pantalón y cuidadosamente introdujiste una de ellas, haciéndola sentir mi humedad inminente, tus delgados dedos me estremecían de placer.
Después mi boca se dirigió a cada uno de tus pezones y con briosos movimientos mi lengua les provocó una rigidez inigualable, tus jadeos me incitaron a subir tu minifalda y bajar hasta tu punto máximo de sensaciones, levantaste un poco tu pierna derecha y fue entonces cuando probé tu delicioso néctar, mi lengua bailaba vehemente y tus piernas temblaban al compás de tus latidos.
No pudiste resistir y un estridente gemido me hizo darme cuenta de que habías llegado al clímax, relajaste tus piernas y bajaste la falda curiosa que había sido testigo de la ardiente escena, pero eso aún no terminaba, mojaste tus dedos y regresaste a mi, movías tu mano con tanto ímpetu que un delicioso orgasmo se hizo presente con premura.
Suspiramos después de tan frenética secuencia, me abrasaste poniendo tu rostro en mi pecho y no esperaba que tu boca dijera aquellas palabras que me dejarían helada el alma: te casarías en dos días, ésta noche celebrabas tu despedida de soltera y quisiste experimentar conmigo antes de unirte a tu prometido, aún retumban cada una de ellas, siento que un nudo en la garganta no me deja respirar y no quise dejar de llamarte para decirte lo que provocaste en mí.
También fue la primera vez que me pasa algo así, nunca imaginé siquiera encontrarme en una situación similar, no logro entender que me impulsó a hacerlo, sólo puedo decirte que lo disfruté intensamente y que me fascinaría repetirlo un millón de veces más, espero verte muy pronto y me encantará asistir como tu invitada especial a la boda.
Total de Visitas 373878721
A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
Desarrollada por HMH Sistemas
Template by OS Templates