
PROSEGUIR EN LA SENDA DE LA ESPERANZA
POR: Pbro. Juan José González Sánchez
El fracaso forma parte de nuestro ADN, y como un campo de pruebas, puede servirnos para revisar nuestros itinerarios de atención social. Sin embargo, a veces vivimos de espaldas a él.
En otras ocasiones identificamos de tal manera la tarea que nos encomiendan con nuestra particular manera de realizarla que idealizamos nuestra respuesta pensando que es la única y la mejor posible.
Y así, cualquier cambio repentino nos defrauda y decepciona. Y entonces, enfadados nos rebelamos, y cabizbajos «nos volvemos a casa». ¡Qué triste y trágica resulta esta situación de «estar de vuelta»!, porque la misma decepción va degenerando en amargura incluso en recelo.
Un penoso proceso que nos vuelve temerosos, que nos instala en «lo que pudo ser y no fue», que nos impide ver otras posibilidades de avanzar, que nos enfrenta a todo el mundo mediante la ironía o la prepotencia, que nos convierte en seres destructivos, incapaces de volver a ilusionarnos porque la pereza ha invadido nuestra alma.
Y, para sobrevivir ante tal incertidumbre, solemos refugiarnos en el torreón de la complacencia por lo conseguido, mitificando nuestras anteriores «batallitas»; o nos dedicamos a recordar con nostalgia aquellos tiempos mejores, empeñados en mantener hábitos caducos y repetir expresiones trasnochadas porque antes habían funcionado; o nos resistimos a todo cambio, magnificando los riesgos que conlleva adherirse a lo nuevo para justificar nuestra desidia.
De algún modo más gráfico el mismo Jesús nos advierte de estas tentaciones paralizantes: «A uno le dijo: Sígueme. Él respondió: Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre. Le contestó: Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.
Otro le dijo: Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa. Jesús le contestó: Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios». (Lucas 9, 57 - 62).
Concretamente, las circunstancias sociales han puesto en evidencia las limitaciones de nuestro quehacer caritativo.
Pero esto no es un fracaso de nuestra atención solidaria sino una quiebra de algunas formas concretas de hacerla, y sobre todo una invitación y apuesta decidida a seguir buscando nuevas formas de realizarla.
Estamos llamados a recapacitar y a convertir la dificultad en reto, para proseguir en la senda de la esperanza.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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