
SE LE ESTÁ YENDO EL AVIÓN
Al presidente, en términos políticos, se le está yendo el avión y no me refiero al avión presidencial: está perdiendo de vista lo realmente importante, lo que le interesa a la población en este momento de crisis económica y pandemia: su seguridad laboral, de ingresos y la salud, la salud pública. Y esto podría afectar directamente su popularidad, lo que realmente le importa al presidente: su imagen electoral, que es, a su vez, el principal baluarte de Morena.
Quizá el presidente no lo vea, inmerso en el discurso anticorrupción, pero no es lo mismo hablar de la corrupción presente, en tiempos cuando no hay crisis económica, cuando se generan empleos, cuando era candidato, que hablar de la corrupción del pasado justo cuando padecemos una de las peores crisis económicas y figuramos como el cuarto país con más muertes de coronavirus (más de 44 mil fallecimientos por esta enfermedad).
Por eso el presidente pidió, en su pasada mañanera, con el avión presidencial de fondo, que los reporteros sólo le preguntaran de la rifa. Sabe que es un tema que ya no trasciende, pues el boato del pasado, el brillo de los excesos de la administración peñanietista deja de encandilar ante las hogueras de la crisis económica, la pérdida de empleos, la violencia creciente y la muerte de mexicanos por Covid.
¿En qué ayuda la venta de un avión presidencial cuando se sigue utilizando de manera discrecional el presupuesto para otros dispendios, como Dos Bocas, Santa Lucia, Pemex y otros proyectos que equivalen, 20, 30, 40 o hasta 50 aviones presidenciales? ¿De qué sirve pregonar una política de austeridad franciscana, eliminando partidas y fideicomisos, cuando se dan más de 70 millones de pesos para una escuela de béisbol, promovida por el mismo presidente?
Aplaudo que se combata la corrupción del pasado, aunque también sería genial combatir la del presente. El caso Lozoya es un ejemplo, que bueno que va contra él y que caigan todos los que incurrieron en actos que lastimaron el erario público y las instituciones. ¿Pero por qué solo combatir a los monos y no eliminar el sistema, los mecanismos que permitieron estos actos de corrupción?
El mismo presidente lo dijo en una entrevista y explicó que estos actos de corrupción se materializaban por la discrecionalidad en las licitaciones, en la asignación de recursos públicos de manera preferencial. Eso se hacía en el pasado y se sigue haciendo ahora: el 90% de las licitaciones del Tren Maya fueron directas, así como en otros rubros, y ahí está el caso del hijo de Bartlett en el sector salud y de seguridad.
El presidente pierde de vista esto, le está fallando esa intuición política que le permitió empoderarse como una figura antisistema y que acabaría con la corrupción. Su discurso de que la corrupción es la fuente de todos los problemas en México, está cada vez más perdiendo efecto; porque ese es un discurso diseñado cuando no se es gobierno, pero ahora que lo es, plantea un problema lógico, evidente: si la violencia y el desempleo están aumentando, incluso más que en los anteriores regímenes, eso quiere decir que ahora hay más corrupción.
Eso el presidente tampoco lo ha reflexionado y es parte de esta pérdida de sensibilidad política, esa capacidad de no poderse adaptar ante estos nuevos retos. Si lleva a la cárcel a Videgaray o incluso a Peña Nieto, qué bueno, pero, ¿por eso la economía crecerá, habrá más empleos, menos muertes por la violencia delincuencial, mayores recursos para educación, salud, seguridad?
¿En qué le favorece al mexicano que hoy perdió su empleo y que no tiene un ingreso para alimentar su familia que Lozoya esté en prisión domiciliaria? De nada sirve que caigan monos, si el sistema que propicia la corrupción no cambia. Así, el gobierno de AMLO de nada se diferencia del de Peña, cuya administración metió a la cárcel a Elba Esther, a Javier Duarte, a Granier. O incluso a otros gobiernos, como el de Zedillo, que encarceló al hermano del ex presidente Carlos Salinas de Gortari.
Que no se nos olvide que AMLO se empoderó, dentro del electorado, porque prometió que la economía crecería un 6%, aunque ya en el gobierno registró -0.1 del PIB; porque aseguró que pacificaría el país metiendo a los soldados a los cuarteles, y ahora lleva la militarización de la seguridad pública a grados que no lo hizo ni Calderón, al colocar a militares en activo en las direcciones portuarias; que habría mayores ingresos para las familias mexicanas, y lo que vemos ahora es que el ingresó cayó a niveles históricos.
Por eso digo que el presidente está perdiendo la brújula política, esa sensibilidad que tenía como candidato para criticar los temas que son esenciales para la población. Si el presidente no capta las verdaderas necesidades de la población y no atiende, con políticas públicas efectivas, el desempleo y la inseguridad, perderá el respaldo social que lo llevó a la presidencia.
DOS PUNTOS
De continuar agudizándose el desempleo y la violencia, ni metiendo a la cárcel a todos los ex presidentes y vendiendo toda la flotilla de aviones del gobierno, le bastará para recuperar su popularidad. Que reitero, es lo que realmente le importa al presidente.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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