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PARACAÍDAS

ROGELIO GUEDEA | Opinión | 25/11/2011

Las fresas podridas y la oferta política

Aquella mañana de lluvia traje del supermercado una bolsa de fresas. La meti al refrigerador para comérmerlas poco a poco en licuado. Pronto me di cuenta que algunas empezaban a enlamarse, pero no las saqué. Por una resolución ingenua: pensé que morirían como los capitanes de barco. Nada: empezaron a contagiar a las otras. Entonces tuve que sacar no sólo a las visiblemente podridas sino también a las que habían estado cerca, aunque parecían limpias de toda mácula. Eso evitó que se pudrieran las otras, por lo que, en el momento adecuado, pude comerlas. Pensaba que esto mismo deberíamos hacer en todo. Quitar las fresas podridas al igual que aquellas que estén cerca de las fresas podridas para evitar que el mal se extienda en todas direcciones. También podríamos esto aplicarlo, obviamente, a los partidos políticos encargados de ofertar candidatos para los diferentes puestos de elección. Hay que ver que lo que ofrezcan no sean fresas podridas o ligadas a ellas, porque de poco o nada serviría para el único fin que debe tener toda organización política: el bien social. Es necesario, entonces, que los partidos políticos, cuando busquen a sus candidatos, lo hagan teniendo en cuenta esta filosofía, porque ahora los compradores de fresas, debido a la oferta que tienen (ya no hay un único partido gobernándolo todo), pueden quedarse con todo su producto en sus faltriqueras. De modo que si hay candidatos o fresas que quieren brincar la arpilla sin haber sido previamente confirmado que, en efecto, no están engusanadas, pues bueno sería que los líderes de los partidos hagan valer los reglamentos que rigen al partido para que tales fresas (o candidatos) se laven antes de que ya sea demasiado tarde. Menciono esto porque no hace mucho se armó un albotoro cuando el ingeniero Francisco Barragán se destapó como candidato a la alacaldía de Colima y el líder del PRI, Martín Flores, tuvo que salir a decir que había que respetar los tiempos, etcétera. En mi opinión está claro: el ingeniero Francisco Barragán tiene todo el derecho a aspirar a cualquier puesto de elección popular, pero cometió dos errores. Primero: usó a la Cámara de la Industria para promover su imagen, lo que es violatiorio de la constitución. ¿Cómo se da uno cuenta de eso? Porque su rostro es más grande que el logo de la Cámara. Segundo: no respetó las reglas de su partido, que, como he dicho, deberá ser más rígido en estos casos. Martín Flores hizo bien y puede hacer mal. Primero: hizo bien porque llamó al orden y a la legalidad. Segundo: puede hacer mal sino hace respetar las reglas internas del partido y somete a escrutamiento a los posibles candidatos, que es como si las fresas empiezan a brincar la arpilla a su libre arbitrio. Por último: no creo que sea un buen parámetro medir la presencia que tienes los candidatos en la sociedad sino ver quién ofrece un mejor proyecto para el bienestar de la ciudadanía. Lo digo así, porque es obvio que si ocupas un cargo mediante el cual tengas exposición constante en medios y demás (como en el caso de Barragán) es obvio que saldrás mejor posicionado que aquel que tiene un mejor proyecto, mejores ideas, etcétera, pero hace un trabajo de oficina, que es como esas fresas que están intactas pero que tienen encima una pila de fresas podridas. Todo esto lo pensaba mientras me preparaba el licuado con las últimas fresas que me quedaban, frescas y jugosas, todas ellas.

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