
LA ESTRATEGIA DE AMLO CONTRA EL CORONAVIRUS
Después de mucho meditar en estos tiempos de aislamiento social, haciendo trabajo en casa, he llegado a la rigurosa conclusión de que el presidente Andrés Manuel López Obrador busca distender la tensión social, evitar la histeria colectiva con una alta dosis de comicidad en sus mañaneras.
Lamentablemente, el humor voluntario de nuestro presidente no supera, se queda muy corto ante los lapsus linguae y exabruptos involuntarios del otrora presidente Peña Nieto, quien siempre no sacaba la risa con su inglés destartalado o su falta de coordinación manual: cómo olvidar cuando casi tira la banda presidencial o cuando dejó caer su pastel de cumpleaños.
Bonitos tiempos aquellos, cuando no había crisis, se crecía económicamente a un 2.5 por ciento y la generación de empleos tenía un crecimiento sostenido (hay que recordar que generó casi cuatro millones de empleos al final de su sexenio). Y ahora bien, antes de que piensen que soy un peñanietista de closet o declarado, nada más lejos de eso: siempre exigí y exijo aún que se castigue la corrupción del pasado.
Pero, si realmente hubiera sido un corrupto empedernido, como lo retrata la propaganda morenista, ¿por qué no está en la cárcel Peña Nieto? Algunos de sus colaboradores principales tienen procesos en contra, pero ninguno tiene una sentencia ejecutoriada, ninguno purga condena.
Bueno, esos son los hechos. No es una opinión mía. Es la realidad. Pero regresemos al tema. Digo que nuestro presidente busca hacernos reír y divertirnos a los mexicanos en estos momentos críticos. Y lo anterior lo deduzco por sus últimas declaraciones.
¿Cómo entender que un jefe de estado, que se ufana de juarista, conjure los males del coronavirus con escapularios e imágenes benditas? Es un chiste, ¿o no? ¿Y es que en qué momento se pasó de los datos duros, del fundamento científico, que da pie y sustento a las políticas públicas, a ponderar la superchería y basar las acciones de gobierno en supersticiones?
Y es que eso hace el presidente. Están los videos, las grabaciones, los audios íntegros, sin editar como algunos seguidores, los más fanáticos, pregonan. El presidente dice, ante una pandemia que tiene en jaque los sistemas de salud de países como Italia y España, abrácense, bésense, no pasa nada. Y luego se ven las imágenes de sus giras, besando a niñas, abrazando a sus seguidores. Eso no lo estoy inventando. Ahí están las imágenes incontrovertibles.
El presidente sugiere una protección mágica invocando imágenes en lugar de presentar un plan, una estrategia fundamentada, bien realizada que permita medidas efectivas para combatir la propalación de la enfermedad, así como para mitigar los efectos perniciosos que va a generar en la economía. ¿En qué momento ha presentado un plan integral de apoyos para los comercios, para las empresas, que detalle incentivos fiscales, créditos blandos, acciones que contrarresten los efectos que indudablemente va a tener el coronavirus en la economía?
Y vaya, ya no soy economista, pero por sentido común: si ya estábamos en recesión (-0.1 de PIB) cuando Estados Unidos crecía a un ritmo de 2.5 por ciento, ¿qué va a pasar ahora que entre en recesión nuestro vecino, principal socio y aliado comercial? Qué va a pasar cuando aumente el desempleo y los comercios cierren, que ojalá no suceda, pero… y si sí.
Aunque el presidente dice que hay que tener fe en el pueblo, la realidad es que el pueblo espera certeza, certidumbre por parte del gobierno, acciones que den confianza y claridad de que está al mando y tiene el control de la situación. Y hasta el momento, más allá del conteo de infectados, no se ha visto un liderazgo del presidente, cuya superstición opaca, desplaza el trabajo científico, indispensable para sortear esta crisis.
Y lo vemos con científicos, investigadores reconocidos como López Gatell, quien ya sacralizó al mismo presidente, al decretar que este tiene una fuerza moral y no de contagio, avalando que siga sus giras multitudinarias y descartando, tajantemente, que el presidente se pueda contagiar, como si biológicamente fuera distinto a cualquier otro ser humano.
DOS PUNTOS
El gobierno de Ignacio Peralta decretó un estado de emergencia, cuya declaratoria le da el marco legal para actuar ante esta pandemia. El objetivo es proteger la salud de las y los colimenses. Son medidas casi draconiana, pero más vale que acusen de exagerado a su gobierno a que, en su momento, no actuó con la contundencia necesaria.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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