
QUITANDO CONTRAPESOS
Uno de los baluartes más importantes en una democracia son los contrapesos institucionales. Transitar de un presidencialismo imperial, donde el poder total se concentraba en una sola persona, a configurar un sistema político de instituciones nos costó no sólo mucho tiempo, sino también sangre y vidas.
Antes, por ejemplo, quien organizaba las elecciones era el mismo gobierno a través de la Secretaría de Gobernación. La urgencia de legitimar los resultados de una jornada electoral nos llevó a crear el Instituto Federal Electoral, inaugurado durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari y que ahora se conoce como Instituto Nacional Electoral (INE).
La caída del sistema, como bautizó Manuel Bartlett ese momento bochornoso que generó suspicacia y le causó una crisis de legitimidad al presidente Salinas fue el antecedente, directo, de la ciudadanización de las elecciones en nuestro país. Nos costó mucho, pero al final, somos los propios ciudadanos quienes organizamos las elecciones en México, a pesar de todos los fantasmas de fraudes convocados por los perdedores.
El INE es, pues, un contrapeso del poder presidencial, pues el presidente se supedita a los resultados de una elección. En teoría, el poder judicial también es un contrapeso, aunque en la práctica política los presidentes siempre han buscado colocar a magistrados afines, que de alguna manera se supediten a los designios del presidente.
AMLO, siguiendo el ejemplo de otros presidentes como Calderón y Peña en su momento, también ha colocado a personajes cercanos para de alguna manera influir en las decisiones de la corte. Para comprobar esto sólo basta analizar las declaraciones del presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar, quien se ha enfrascado en peleas mediáticas con el ex presidente Calderón y, en contrapartida, le echa flores a Andrés Manuel.
¿Qué se puede esperar de un presidente de la corte que afirma tener grandes coincidencias ideológicas con el presidente de la república? ¿Cómo se puede garantizar un equilibrio, un adecuado funcionamiento del poder judicial, si a través de una persecución judicial por presunta corrupción tumban a un ministro, como Eduardo Medina Mora, quien era afín a Peña, caso que por cierto ya no ha vuelto a sonar? ¿Por qué no está en la cárcel si era un corrupto?
Ese tipo de represalias, persecuciones influyen, quiérase o no, en el trabajo de la corte. A lo que voy es cuánto ha debilitado los contrapesos de gobierno la cuarta transformación. Un caso muy concreto: la titular de la Secretaría de la Función Pública (SSF), Irma Sandoval Ballesteros, esposa de unos de los panegiristas más entusiastas del presidente López Obrador, John M. Ackerman. ¿Qué resultados se pueden esperar de las investigaciones de enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias contra Bartlett, cuando éstas dependen de una persona que cohabita con su principal “ideólogo”?
La SSF es una dependencia indispensable para investigar casos de corrupción relacionados con funcionarios públicos. Por eso, esta instancia debería ser totalmente autónoma, y dirigida por una persona que no tenga simpatías ni relaciones sentimentales con nadie del régimen. Y si bien, con Peña fue lo mismo, se esperaba que en este nuevo gobierno la situación fuera diferente, hubiera un cambio en el paradigma. Pero no fue así, y la situación está peor.
Vaya, dónde quedan los contrapesos cuando la titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Rosario Piedra llega con fuertes señalamientos de fraude y casi nula legitimidad, cargando además con el peso de su partidismo a favor de Morena y sus frases desafortunadas a favor del presidente, cuyas expresiones rozan con el servilismo, como: “No sabemos cuándo habrá otro AMLO. No desaprovechemos esta oportunidad de hacer historia”, que twitteó en las elecciones pasadas. De ese nivel, la nueva titular de la CNDH.
DOS PUNTOS
La cereza del pastel podría ser el desmantelamiento del INE y los institutos electorales de los estados. En aras de la austeridad –esa austeridad que no cuenta para mandar un avión hasta Bolivia por Evo Morales y darle asilo con costo del erario, pero sí para hacer recortes en salud y educación--, el gobierno de la cuarta transformación busca mermar a los institutos electorales. Ya pretenden, en el congreso de la unión, a cortar el periodo del presidente del INE, Ciro Murayama, quien ha tenido un trabajo impecable, totalmente autónomo y prueba de ello es el triunfo del mismo Obrador. ¿Por qué lo quieren quitar antes, entonces? ¿Buscarán aplicar en el INE lo que hicieron en la suprema corte o en la CNDH? Si es así, adiós a los contrapesos institucionales y a nuestra democracia. A nuestra democracia, tal como la conocemos ahora. Sería una regresión. Volver al pasado.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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