
LA NUEVA CLASE PARTIDISTA
Es preocupante la forma como se está legislando y haciendo las negociaciones partidistas desde las altas esferas del poder, pues no se están resolviendo los problemas ni planteando soluciones, sino más bien se están generando nuevos conflictos, problemas políticos que antes eran inexistentes.
Por un lado, tenemos un congreso de la unión y un senado que avalan contrarreformas que desmantelan el andamiaje constitucional, particularmente en lo relativo a la educación de calidad o excelencia, al supeditarse a los intereses fácticos, inconfesables, de un grupo gansteril como la CNTE, cuyos integrantes ahora controlan la educación por lo menos en cinco entidades del país.
¿Por qué el presidente Andrés Manuel no sometió a una consulta popular, como lo hizo con Texcoco, para saber si los mexicanos queríamos que se abrogara la reforma educativa 2013, una de las más aplaudidas y aceptadas por la población? Ojo, digo población, no los grupos fácticos del magisterio, quienes siempre quisieron tumbarla y la tacharon de punitiva.
Vemos, además de esto, un uso faccioso, preocupante realmente, de las instituciones en nuestro país: senadores que buscan desaparecer poderes, como es el caso de Tamaulipas, Veracruz y Guanajuato, hechos que no abonan al diálogo y la concertación de acuerdos, sino más bien propician la discusión estéril y la intransigencia.
La nueva clase política no sólo no está resolviendo los problemas heredados, sino que está generando nuevos y está agudizando los efectos pernicioso de los que ya sufrimos. El caso de Veracruz es paradigmático: la violencia aumentó, y en lugar de generar sinergias entre las instituciones de ese estado, el gobernador tiene un pleito personal con el que era el fiscal, a quien retiró de una manera muy objetable, tanto que su caso está en litigio.
En eso están enfocadas nuestra nueva clase política: en consignas partidistas y en discusiones infructuosas, mientras el país sufre de un incremento de violencia histórico, sin parangón, y la economía nacional está estancada, al borde de la recesión, lo que ha generado una caída estrepitosa en la creación de empleos formales.
Pero en lugar de concertar, de llamar a la unidad nacional, el presidente Andrés Manuel sigue en campaña, esgrimiendo una retórica que polariza, divide a la población con insultos y adjetivos, vilipendiando a todos aquellos que discrepan o no están de acuerdo con su opinión. Y no se conforma con soliviantar el encono antagonista, sino que también busca abrir viejas heridas que ya habían restañado, como la reivindicación de grupos subversivos, mismos que utilizaron la violencia y la muerte para imponer su fundamentalismo ideológico, pues no era en aras de la democracia por lo que iban a pelear.
Qué sentido tiene que el presidente reviva viejos rencores, aunados a los que solivianta mañas tras mañana en sus ruedas de prensa. Duele, realmente sume en la desesperanza, ver el nivel de impunidad que prevalece en México y que utilice, de manera facciosa, las instituciones de justicia para perseguir a sus enemigos políticos, como Rosario Robles, a quien incluso el ministerio público le falseó documentación y la retienen en la cárcel por un delito menor. Todo eso mientras la población sufre en carne propia los robos y la violencia delincuencial.
Si así actuara la justicia, como lo hace con los enemigos políticos del presidente, con ese mismo empecinamiento y determinación ante el denominador común de los delitos, otros México tendríamos. Desgraciadamente las instituciones ya no operan así, y no hay reformas que acoten esa discrecionalidad, sino que todavía, ahora más que nunca, depende de la voluntad del presidente.
Y cómo se puede esperar un uso eficiente de las instituciones, si éstas son dirigidas por incondicionales a López Obrador. Ahí está la Secretaría de la Función Pública, dirigida por Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, quien está casada con John Akerman, uno de los más entusiastas intelectuales orgánicos, ideólogos de la Cuarta Transformación.
Cuando se capta la urdimbre que teje y une a todos los poderes, instituciones, con el presidente (el senado y el congreso controlados), se entiende y comprende que la clase política no se debe a la población, ni busca el interés de los ciudadanos, sino quedar bien y seguir inexpugnablemente las indicaciones del señor presidente de la república.
DOS PUNTOS
Por eso también la parálisis de las instituciones como la Semarnat y los poderes como el judicial, que deberían parar obras que no respetan la ley como Santa Lucía o Dos Bocas, por mencionar sólo esas dos, que incumplen con las leyes medioambientales del país. Lamentablemente, el deterioro del medio ambiente y el cambio climático no es una prioridad para el presidente Andrés Manuel. No estamos pensando a futuro, sino viendo hacia el pasado.
Total de Visitas 299060900
A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
Desarrollada por HMH Sistemas
Template by OS Templates