PARACAÍDAS

ROGELIO GUEDEA | Opinión | 04/09/2011

Cerrar el círculo: los cambios en el gabinete anguianista

La semana pasada hubo cambio en el gabinete del gobierno de Mario Anguiano, todo ello con el fin de eficientar la labor de su mandato, como lo ha expresado el ejecutivo estatal. Me parece bien y lo celebro, como celebro que se hayan detenido a los asesinos de la estudiante Andrea Rodríguez y como repruebo rotundamente que continúe de líder estudiantil Fermando Mancilla en la FEC. Pero voy a decir francamente cómo visualicé este cambio apenas me enteré de ello, esperando coincidir con la idea que tuvo al hacerlo el gobierno anguianista. Para mí este cambio, principalmente el de la creación de los cinco gabinetes (de Seguridad y Política Interna, de Finanzas y Administración, de Desarrollo Social, de Desarrollo Económico y de Comunicación Social), me da la impresión no de un contrafuerte sino de un círculo que se cierra e intenta, de adentro hacia afuera, fortalecerse y cohesionarse. Recordemos la ley de la atracción del sol y la luna. Si estos tiran hacia la misma dirección, lo que ocurre cuando hay luna llena y luna nueva, se producen mareas vivas, mientras que si lo hacen en sentido opuesto, se debilitan mutuamente y entonces producen mareas muertas. Nada mejor, pues, que trabajar en equipo y apuntalarse hacia una misma dirección. Un gobierno es, para mí, como un individuo: si el individuo está bien por dentro, tiene claros sus objetivos y convicciones, sabe quiénes deben ser los receptores de tales beneficios, y busca esa armonía entre sus órganos (riñones, corazón, hígado: Comunicación Social, Desarrollo Social, Desarrollo Económico, etc.), entonces los soplidos del más feroz de los lobos no le harán ni cosquillas. Yo pensaría en un gobierno que empiece a sentar las bases para un desarrollo integral del individuo futuro (o de los gobiernos futuros). ¿Pero qué es esencialmente eso a lo que debe seguirse abocando la administración actual? Lo sigo insistiendo: la educación. La seguridad, ahora, es importante, importantísima, pero la educación es imprescindible. Un gran esfuerzo tiene que dirigirse a este sector tan crucial para el desarrollo y progreso de las sociedades. Ninguna revolución mejor que la producida por la educación. Y en eso México ha perdido la batalla. Podrán venir cien académicos extranjeros a decirnos que nuestras universidades son de excelencia, o que nuestras escuelas aprobaron con altas notas de calidad, pero la sola realidad que vemos al salir a la calle contradice cualquier aseveración. Simple: si en México funcionara la educación de verdad, no tendríamos esa sangre que vemos en las calles. La educación es a la violencia lo que el agua al aceite. En este sentido, el gobierno anguianista podría hacer realmente una gran contribución para el resto del país, como lo empieza a hacer en otros sectores de su mandato, y así devolvernos, poco a poco, la esperanza.

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