
MADRES –MAESTRAS: DOBLE HOMENAJE
*Gracias corazona!
Es el Día de las Madres y el próximo miércoles es el Día del Maestro. Hoy quiero hablar de las madres-maestras, no de aquellas como la mía que no tiene título docente pero es mi gran maestra porque me enseñó a leer la vida, porque me cantó cada noche (y no exagero), porque me dejó malmaquillarla como quise, porque me llevaba mi biberón calientito cuando me recogía de mi primaria (sí, de mi primaria!), porque me hizo ser presidenta de sociedades de alumnos, porque me enseñó a andar en bicicleta y corrió detrás de mí bajo el sol de Tecomán, porque era mi única expectadora cuando de atrás de la cortina de la sala emergía yo, toda bailarina, toda cantante. Hoy no hablaré de mi madre, aunque siempre he pensado que hubiera sido una excelente maestra de primaria, una de las mejores, una de esas que los alumnos jamás olvidan, pero por fortuna no lo fue y pude tenerla en todo momento conmigo y se lo agradeceré por siempre.
Hoy quiero hablar de las mamás que ejercen la profesión docente porque sé que aman y sufren doblemente, pero también sé que son, mayoritariamente felices.
Pienso en los festivales por ejemplo: las maestras volcadas todas en la preorganización: ¿qué haremos?, ¿cuánto saldría?, ¿podrán cooperar los niños?, ¿bailables?, ¿alimentos o solo refrigerio?, ¿quién de maestro de ceremonia?, ¿y los regalos cómo, de dónde?, ¿fecha: el mero día, un día antes o después? Si algún padre de familia nos observara se daría cuenta de que no basta un mensaje de whatsapp, que no basta el turno de clase, pues ahí las clases deben de seguir, los grupos no deben quedar desatentidos, los alumnitos deben continuar con clase y las maestras (también los maestros) deben, entre pasillos, en reuniones brevísimas en el recreo, en unos minutos robados al consejo técnico, acordar el plan a seguir. La organización es compleja y debe romper expectativas pues además tiene que ser algo diferente al año pasado, entonces tomamos ideas de otras escuelas y de “las benditas redes sociales”, y todo continúa aún después de clases pues nos implica pedir presupuestos, ir, venir, llamar, gestionar, conseguir, regatear. ¿Y las manualidades: el cartel, la invitación, el detallito, los centro de mesa, el adorno del escenario? ¿y los ensayos? ¿y el niño que no tiene mamá a quién invitar o que sí tiene pero a la mamá no le importa ni el hijo, muchos menos “perder el tiempo en festivales”? También pensamos en ellos y muchas de las veces, ellos en nosotras, pues se refugian y nos abrazan y nos cuentan… si supiera el mundo todo lo que los niños nos cuentan. ¿Y el mero día?, el mero día subimos, bajamos, corremos, mesereamos, cantamos, maquillamos, vestimos, peinamos, dirigimos coros, cargamos mueble, colgamos adornos, saludamos, abrazamos, deseamos alegrías, improvisamos, nos conmovemos, nos enojamos, lloramos. Sí, lloramos. El mero día, muchas veces, de pronto recordamos que allá en otra escuela, quizá en la orilla opuesta de esa donde estamos, está nuestro hijito bien cambiado o disfrazado listo para salir a escena, buscando entre el público la cara de la abuela para que le aplauda y le tome video porque es consciente, pobre, debe ser consciente que su madre, la maestra de escuela, es personaje principal en otros escenarios y otra vez no estará allí, para acompañarlo.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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