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POR: Armando Polanco
Mi nariz como esas llaves que tiran agua aunque las cierres, por más fuerte que me soné solo provoqué quedarme con un iiiiiii largo en mis oídos. Al poco rato un polvo en mi garganta me hacía toser y con ello dolor de cabeza. Sentado en el sillón casi lleno de papel el cesto que puse cerca de mí.
Lo helado de la noche me hizo brincar a mi cama, me cubrí con el cobertor de tigre doblado y una frazada que es la única que calienta, envuelto como tamal de ceniza más o menos me libré del friyazo que sentía. Por extraña naturaleza debo calentar mis pies antes que nada, así que me los envolví con un poncho extra.
Tititaba sin control, no quería saber de libros, televisión, feis, perros ladrando, balazos y apagué las luces temprano para que los niños se fueran a dormir, -anden, no es hora para que estén despiertos tan noche- eso les dijo siempre a los dos y solo alzan sus grandes ojos, mueven la cola y caminan hacia su casita, pero anoche solo me miraban extrañados.
Frio, tos, flemas y a eso de las tres de la mañana me despertó un dolor taladrando mi muela destapada, faltaba más, pensé al abrir mis ojos en la oscuridad. Traté no hacer caso al punzante hoyo negro en mi encía superior.
Mi imaginación jalaba imágenes tan absurdas como pensar en la gata de Ramón preñada, la Bella con su tinte rubio, una tajada de sandía, matar pulgas que carga Goliat con las uñas de mis manos, pensar en la vecina a esa hora bailando cumbias con Alfonso en Guadalajara, comer una hamburguesa de 19 pesos de la Chapul, dijera Indira, caminar mañanas y tardes. Miré el reloj fosforecente y eran las 4: 29, mi dolor seguía, me movía de un lado a otro, de la moquera nada, el dolor de muela seguía.
A tientas prendí la luz, al ruido la niña despertó y corrió ladrando a la puerta, busqué pastillas, cuando leí paracetamol no me importó los demás compuestos que terminaban en firina, namina, cimina. Regresé a la cama, apagué la luz y me volví a envolver. De vez en vez miraba la hora, 5, 6, 7 y a las 8 me levanto y preparo mi café, a las diez salgo para encontrar cerrado el consultorio pero no con la doctora de al lado, la espero sentado en la banqueta, ella me estaría dando lo necesario para calmar mis dolores que no me dejaron dormir.
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