FILOSOFÍA DE LAS AGUJETAS
Tengo casi dos años con unos zapatos negros que compré en Zapatería Rodríguez. Como se sabe, llevaba en la mente unos de diferente marca pero como no había y de con Rodríguez no sales sin zapatos, compré estos que traigo. Los zapatos están cómodos, eso es inobjetable, pero el problema estaba en las agujetas. Eran unas agujetas satinadas que no resistían siquiera el doble nudo. Se desenredaban apenas dar diez pasos y había que volverlas a anudar. Como la comodidad de los zapatos valía tal calamidad, me acostumbré a inclinarme cada tanto para anudar las agujetas. Lo hice, como he dicho, por casi dos años. Durante todo este tiempo estiré las manos puntualmente, hice el doble nudo y luego volví a retomar el camino, que a veces era escarpado. Hace unos días fui al supermercado a comprar grasa para dar lustre y, en esa misma sección, encontré una cajita de agujetas que ofrecía un “pague una y llévese dos”. Como las agujetas eran del mismo color que mis zapatos negros, se me ocurrió meterlas también al carrito. Fui a la caja y pagué la cuenta. Una vez en casa quité las agujetas viejas y puse las recién compradas. Anduve toda la tarde caminando por la plaza y por el centro de la ciudad volteando hacia abajo para ver, la mala costumbre ya, si las agujetas se habían desanudado. Pero nada. El nudo seguía intacto. Al siguiente día sucedió lo mismo y, lo mismo, al siguiente del siguiente día. Apenas hoy se me terminó la costumbre de revisar mis agujetas desanundas y, apenas hoy también, me di cuenta que la voluntad no es algo que venga de afuera hacia dentro sino viceversa, y que por eso es bien sabido que los fuertes crean las circunstancias y los débiles sufren, como en este extraño caso de las agujetas satinadas, lo que les impone el destino.
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