PUPITRE AL FONDO

BLANCA F. GÓNGORA | Opinión | 03/11/2017

EDUCACIÓN BÁSICA: ENTRE ALTARES Y TRADICIÓN

Durante lunes y martes de esta corta semana escolar, las redes sociales se inundaron de color, tradición e historia, porque las comunidades educativas, desde preescolar hasta secundaria, fueron parte de los festejos que con motivo de la celebración del “Día de muertos” se realizaron en muchas escuelas colimenses.

Yo estuve sentada en mi “Pupitre al Fondo” en la escuela primaria Alejandro Flores Garibay, T.M. y me tocó ser testigo no solamente de la presencia del encargado del despacho de la Secretaría de Educación, profesor Jaime Flores Merlo, quien estuvo en el evento, acto que se le agradece porque  a las comunidades escolares les gusta compartir con las autoridades el valioso trabajo que realizan, es más, de hecho, cada que hay un evento de esta magnitud, los compañeros docentes suelen decir “ojalá vinieran las autoridades para que se den cuenta de lo que hacen nuestros niños”.

Esta escuela, (y me consta que otras más), hizo un festival totalmente de rescate y conservación de la tradición mexicana; ahí por ejemplo, bajo la coordinación del director del plantel, el maestro Óscar Bulmaro López, se unificó un proyecto didáctico a través del cual se logró dar un breve panorama del cómo se celebra en diversos estados de las república esta fiesta nacional; no faltaron los altares que en esta ocasión organizaron y montaron únicamente los padres de familia, y se cerró el festival con una verbena popular,  donde obviamente el pozole no pudo faltar. Lo que me emocionó de este proyecto pedagógico fue la participación de los tres pilares de la educación: docentes, alumnos y padres de familia; el rescate de nuestros valores y tradiciones, ya que no se dejó permear el evento por nada que no perteneciera a nuestro México,  y no es que se esté en contra de lo otro, de lo internacional o multicultural, pero es bueno en esas edades, marcar delimitaciones claras, sin racismo ni discriminación, de lo que significa en toda su extensión nuestra propia cultura. También me conmovió ver los rostros nerviosos y las miradas emocionadas de los padres de familia, pero aún más, la de los docentes de la escuela, porque es la muestra clara de que la pasión y la vocación  por su trabajo los domina. No quiero dejar de lado el mencionar la linda sensación que me produjo la carita de tres niñas pequeñitas, creo que de primer grado, cuando vieron a su maestra vestida de catrina pelaron sus ojitos y le dijeron lo bonita que se veía y lo mucho que les encantaba el vestido, la maestra obviamente las abrazó y segura estoy de que ese gesto quedará marcado para siempre en esas niñas, quienes a todas luces dejaron entrever que admiran y quieren ser como su maestra, y ese aprendizaje obtenido de la práctica, de una manera lúdica y afectiva , quedará por siempre en sus  andamiajes para otros futuros aprendizajes.  ¡Felicidades  pues, a toda la comunidad educativa de la cariñosamente llamada “Escuela de Guadalajarita”!

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