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LA PANGA

MAYAHUEL HURTADO | Opinión | 22/09/2017

TODOS ESTÁBAMOS ADVERTIDOS, LA NATURALEZA RESPONDE AL AGRAVIO

Por lo menos en los últimos cincuenta años, miles de personas, activistas en pro del medio ambiente, y centenares de científicos y expertos en el área de ecología, geología, biólogos, ingenieros, sismólogos y meteorólogos habían elaborado diferentes teorías que apuntaban en un mismo rumbo: La crisis de la naturaleza que marcaba la llegada del fin del mundo.

Unos con tono más exagerado, otros con tono conciliador y otros más invitando a la reflexión presentaron a lo largo de todos estos años infinidad de análisis, estudios de campo, análisis del suelo, seguimiento del comportamiento de los volcanes y de igual forma, de tormentas, ciclones, tornados y sismos, que todos, de alguna manera, provenían del mismo origen, la falta de conciencia ecológica del ser humano con relación al cuidado y en consecuencia a la preservación del medio ambiente.

Si bien es cierto la tecnología ha hecho nuestra vida más cómoda, incluso, la ha hecho virtual, ahora en pequeños dispositivos podemos tener todo al alcance, incluso, podemos controlar todo con un chaquillo de dedos, con un aplauso podemos encender y apagar luces, televisores, aparatos electrónicos, cerrar puertas y encender vehículos. Es maravilloso que con sólo un click podamos navegar en miles de millones de espacios cibernautas.

También la comodidad vino del desarrollo industrial y de lo potencial que resultaban los motores de combustión interna y las fábricas que suprimían con grandes estructuras mecánicas robóticas, el trabajo del hombre. Los grandes industriales de aquélla época ahorraron miles, quizás millones de dólares o de pesos en el caso de México, en la mano de obra humana, es decir, una máquina realizaba el trabajo de una y hasta dos docenas de personas. Pero también vino la contaminación como resultado del desarrollo industrial, y podemos apreciarlo en los ríos, en los cerros con la minería, en hábitats naturales en donde se arrasó con decenas o cientos de kilómetros de mangle, uno de los resistidores naturales de los huracanes. Y hablo de todo el mundo, no sólo de México, en donde se ha desarrollado un puerto mercante la factura que ha pagado el entorno ecológico y por consiguiente la sociedad ha sido cara tras el azote de una tormenta o ciclón tropical.

Cambiamos el empedrado por el asfalto y el concreto, calentamos la tierra, y para variar arrasamos con todos los árboles porque no encajaban en un proyecto moderno de urbanismo. Cambiamos los parques arbolados o las parcelas por centros comerciales y grandes complejos habitacionales modernos que asemejan pequeñas ciudades, algunas tan pequeñas que reciben el nombre de cotos privados.

En la ambición de conseguir petróleo se hicieron perforaciones que derramaron miles de litros del hidrocarburo, alcanzando más de mil 550 kilómetros cuadrados de una mancha que flotaba sobre los mares y que al mismo tiempo mataba a cientos de especies marinas; pero no solamente eso, expertos dijeron que se sobrecalentaría la tierra y que derivado de ello se desatarían grandes tormentas marinas, colosales huracanes, pero no pasó nada, pues el responsable de que emergieran 160 mil litros de petróleo diarios, un equivalente de mil barriles por día, hicieron que la plataforma “Deepwater Horizont” explotara el 22 de abril del 2010, empresa estadounidense que hasta la fecha no ha reparado el daño que le hizo al planeta.

Comenzaron a acabarse los cerros, las ciudades se sobre poblaron, se construyeron enormes complejos llamados condominios, secaron ríos para construir caminos, carreteras y zonas de vivienda, arrasaron con parcelas y las convirtieron en colonias, depredaron las zonas de vegetación en donde se alimentaban los animales nativos de estas tierras. Por eso que hoy nadie se queje, de que la tierra se agite, de que tiemble y en menos de un minuto nos muestre cuan vulnerables somos, que nadie se espante porque de la nada se forman tres huracanes gigantescos en el Pacífico o en el Atlántico, que nadie se olvide cuando un volcán respire que hay poblaciones a sus faldas, que no les sorprenda que se forme un tornado y en cuestión de minutos devaste toda una población. Directa o indirectamente hemos sido responsables, al elegir vivir en la comodidad sin respetar las reglas naturales, debemos reconocer que nos equivocamos y debemos de aprender de la naturaleza que nos viene a advertir por última vez que ante su furia, ante un simple respiro de ella, no somos nada.

Lamento mucho las pérdidas humanas en los recientes tornados, huracanes, sismos, erupciones volcánicas, quizá a las personas más humildes e incluso a los más inocentes hoy les toca pagar la factura de nuestra falta de conciencia de la preservación del medio. He visto imágenes y videos sorprendentes, como un mar de espuma en Australia, una lluvia de piedras en el medio oriente, lluvia de fuego en Turquía, grandes huracanes en los océanos, como Patricia, el más violento de la historia que azotó Colima en el 2015, terremotos que en los últimos días han costado la vida de cientos de personas, tornados en lugares en donde jamás se pensó que se presentarían este tipo de desastres naturales. Ahora espero paciente a que el volcán se compadezca y siga regalándonos todos los días pequeños suspiros que nos recuerdan que está vivo, que nos muestra lo pequeños que somos ante la naturaleza, pero al mismo tiempo, su nobleza para alertarnos acerca de su respuesta ante nuestro comportamiento.

El despertar de la conciencia debe ser ya, creo que esta es de las últimas llamadas y habrá quien se atreva a tomar a la ligera todo lo escrito en esta columna, no esperemos a que el destino nos alcance, por el bien de nosotros, de nuestros hijos y de todos nuestros hermanos del mundo, cambiemos las formas de vida, no contaminando sería un buen comienzo.

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