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LA PANGA

MAYAHUEL HURTADO | Opinión | 14/06/2017

LAS CAUSAS DE LAS INTENSAS SEQUÍAS

El comentario que he escuchado en las últimas semanas, en todos los lugares, fue la queja por el intenso calor que ha alcanzado los 39 grados centígrados en el municipio de Manzanillo. Pero también, la justificada preocupación por la sequía que se está sintiendo en el estado de Colima. Los expertos en meteorología nos dicen que estamos viviendo una de las sequías más fuertes de los últimos años. Ya estamos a 14 de junio, ayer fue día de San Antonio, se pusieron las imágenes del santo de cabeza, se le bailó y ni así el Dios Tláloc se acordó de nosotros.

Lo que trágicamente está sucediendo en la República Mexicana con la sequía, tiene causas y responsabilidades que son importantes analizar y explicar para entender la dimensión del problema.

Puedo hablar de la problemática porque tengo amigos que trabajan en el estudio de los fenómenos climáticos; no porque sea una experta, sino porque tuve la oportunidad de tener conocimiento de la información sobre el tema. Desde hace muchos años, desde los ochentas, ya existían los diagnósticos que pronosticaban una crisis climática en el país. Un dato contundente lo representa el saber que México ya había perdido para 1985 el 70% de su masa forestal, tanto de bosque de pino-encino, como de las selvas bajas y altas caducifolias, de la que tenía al final del siglo XIX.

Podemos enunciar como causa de la destrucción del entorno ecológico del país a tres políticas implementadas en los últimos 60 años, en los sucesivos gobiernos del PRI y del PAN :

1.- La deforestación

2.- La ganaderización de la economía rural

3.- La urbanización del medio rural

El proceso de deforestación natural, esto es, la tala de árboles para la construcción de viviendas e infraestructura, en el siglo XIX, no causo daño a la ecología, sino a partir del Porfiriato, cuando se talaron las selvas veracruzanas para exportar a los Estados Unidos maderas preciosas, que se dice, fueron para instalar los durmientes de las vías del ferrocarril. En el siglo XX se empezó a cortar maderas preciosas en el sureste de México, fundamentalmente caoba, para vestir las casas de los ricos mexicanos, y también se cortaron bosques de pinos encinos para la construcción de los edificios en el despegue del capitalismo mexicano en los años cincuentas.

Y la extracción del árbol del zapote para la industrialización del chicle. Pero la demanda, aún no alteraba el equilibrio ecológico. La deforestación aumentó su ritmo destructivo, desde la segunda mitad del siglo XX, por la corrupción de las autoridades agrarias, y de los líderes ejidales que vendieron sus derechos sobre bosques y selvas, para enriquecer a caciques, políticos y talabosques que se asociaron con empresas nacionales que llevan décadas explotando los bosques de casi todos los estados de la República.

El cambio de política agrícola a partir del alemanismo, cuando se aprobó el amparo agrario, para  que los viejos y los nuevos terratenientes revirtieran la reforma agraria cardenista y se defendieran de la reforma agraria revolucionaria, conllevó que los tribunales agrarios y la inefable Suprema Corte, repartieran amparos a los neoterratenientes para que éstos desarrollaran la ganadería extensiva contra la producción ejidal. Esto implicó el cambio de modelo. Entonces, se empezaron a sustituir tierras de cultivo, para poner a pastar vacas para el crecimiento de la industria de la ferrería nacional. Lo anterior conllevó, que en todo el país, la prioridad fuera la ganadería y el abandono de la cultura forestal, realmente inexistente.

La unidad de producción de las comunidades indígenas y ejidatarias, se fue silenciosamente, y sistemáticamente debilitando, para favorecer a las grandes unidades de producción de lo que eufemísticamente se llamó la pequeña propiedad, lo que a la postre se convirtió en la nueva propiedad empresarial  capitalista del campo mexicano.

Lo más contradictorio de esta política, es que hoy con la sequía se han muerto más de dos millones de cabezas de ganado, y el resultado es la quiebra de miles de ganaderos. Lo que significa el fracaso de la ganaderización. El costo ecológico de esta política irracional y ambiciosa de las ganancias fáciles, es la desertificación de millones de hectáreas que eran aptas para la agricultura y que se sacrificaron para la producción de bovinos.

El crecimiento incontenible de los espacios urbanos a partir de los años treinta del siglo XX, exigió que la construcción del desarrollo urbano utilizara inmensos recursos naturales para edificar la infraestructura del nuevo capitalismo mexicano. La industrialización requirió, fatalmente, el consumo de grandes cantidades de pies cúbicos de madera. La deforestación justificada en aras de la modernidad no se detuvo ante nada. En el gobierno de Salinas de Gortari, se dio el golpe definitivo contra la reforma agraria, al hacer la reforma constitucional para privatizar la propiedad ejidal de la tierra.

A los campesinos ejidatarios se les compró su derecho histórico a vender su tierra, tierra que era propiedad de la nación. Cualquier líder campesino, con la complicidad de las autoridades agrarias podía poner a la venta del mejor postor  las tierras comunales y ejidales. Esta realidad jurídica desató la especulación de la compraventa de las tierras ejidales con potencial de convertirse en desarrollos inmobiliarios urbanos, claro, sin importar que para eso, se talaran miles de hectáreas de bosques que para su desgracia, colindaran con los suburbios urbanos.

Estas son las razones por las que la sequía se ha convertido en parte de nuestra vida, amable lector, lectora. Y hay que estar preparados, porque en muy corto tiempo, muchos hablan de menos de una década, la sequía ocasionará que en Manzanillo tengamos sed. Y la falta de agua, lo hemos visto a lo largo de la historia, lo borra todo.

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