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ESTACIÓN SUFRAGIO

Administrador Colimapm | Opinión | 19/05/2017

POR: Adalberto Carvajal

En el recuento de espacios culturales perdidos por la privatización del parque regional, un lector nos pide añadir el teatro al aire libre ‘Dr. Miguel Galindo’.

¿CUÁNTO CUESTAN LAS OLAS?

¿Cuánto tuvieron que deteriorarse las instalaciones del parque regional metropolitano como para que la administración de Ignacio Peralta terminara entregándoselo a un particular, sin ningún contraprestación salvo que el concesionario se haga cargo del inmueble, mientras lo gastos fijos los sigue absorbiendo el gobierno del estado?

Si pudiéramos traer a valor actual la inversión que hizo el gobierno de Griselda Álvarez para convertir en parque urbano lo que había sido la huerta de los Garibay, concluiríamos que entregarlo sin condiciones es un mal negocio. Pero también es verdad que el descuido a través de los años tuvo un costo y, hoy, el pueblo de Colima sufre una pérdida en su patrimonio como resultado de la falta de mantenimiento y de las inversiones recurrentes que dejaron de hacer los gobiernos subsecuentes al de la Maestra, incluido el actual que prefiere privatizarlo a rescatarlo.

Un ciudadano de reconocido prestigio fue llamado un día, recién iniciado el gobierno de Carlos de la Madrid, al despacho del Ejecutivo que todavía atendía en Palacio. Sería la primera de las docenas de veces que, durante su mandato, don Carlos invitó a nuestro personaje –quien nos pide guardar el anonimato– a platicar y, fundamentalmente, consultarle soluciones prácticas a problemas que el mandatario iba encontrando en su afán de resolver pendientes que por falta de presupuesto (o desidia) no habían sido atendidos antes.

En esa ocasión, el Gobernador le pidió que hiciera una visita a la "alberca con olas" del Parque Regional, inoperante para dicho efecto desde hacía años, pues había muchas solicitudes de la gente para hacer funcionar el oleaje.

“Me apantalló el ingenio del mecanismo usado para producir las olas. Usan varios motores eléctricos de varios cientos de caballos de fuerza, que mueve cada uno un ventilador (soplador) muy grande, todos ellos controlados por computadoras del tamaño de un ropero grande”, relata nuestro personaje.

“El origen de la falla, simple pero desastroso, fue que guardaron en el cuarto de máquinas, junto a esos equipos muy caros, la dotación de cloro para desinfectar el agua de la alberca. Y siendo un elemento extremadamente oxidante, cada pieza de los motores, sopladores, computadoras y todo lo metálico, estaba cayéndose, no en pedazos sino en polvo, por los efectos destructivos del cloro”.

De inmediato, en su carácter de asesor no oficial se dirigió a la oficina del Gobernador para entregar su opinión. Le explicó lo encontrado, haciendo ver “lo oneroso del procedimiento para hacer una ola cada 15 minutos y lo carísimo de la rehechura de los equipos y el riesgo que persistiría de volver a hacerse polvo”.

–¿Y qué recomiendas? –preguntó De la Madrid.

"Si quieres hacer felices a más de 40 mil bañistas al año, contrata cuatro autobuses que hagan viajes a Boca de Pascuales, dos veces al día, cada autobús tres días a la semana. Así podrá tu gobierno darles recreo y felicidad a un mínimo de tres mil 600 personas cada mes, haciendo que se bañen en olas verdaderas, con un costo mucho más bajo, pues recuerda que de todos los satisfactores los más baratos son los que hace Dios. Las olas del mar no cuestan ni un centavo y funcionan cuatro veces por minuto, día y noche".

Evidentemente, el Gobernador hizo caso a “mi modesta opinión”. La alberca con olas nunca se rehabilitó en su propósito original, aunque varias veces en estos años repararon el sistema de filtro y echaron a andar el tobogán.

“Veremos ahora que hacen los nuevos dueños del pastel”, añade nuestro amigo al sugerir que no será nada barato para los concecionarios del Ecoparc convertir las viejas albercas en un moderno parque acuático.

Si lo hacen, acoto yo, el costo para utilizarlas no será probablemente de 30 pesos por adulto y 25 para niños, ni habrá 15 mil boletos gratis al año para que el Gobierno del Estado los entregue a las familias más vulnerables.

Por cierto, en su tiempo se discutió la pertinencia de construir una alberca con olas en una ciudad que está a media hora de la playa más cercana. Creo que doña Griselda no se equivocó. Sabía de los miles de colimenses que por razones económicas casi no van a la costa, incluso hay muchos que ni conocen el mar. Por supuesto, ese era un razonamiento en función de un proyecto dirigido a las clases populares. Pero como ahora el Ecoparc apunta a otros deciles socioeconómicos, quién sabe qué diga el estudio de mercado respecto a reabrir la sección acuática del parque.

DE PELÍCULAS Y AVESTRUCES…

En el recuento de espacios culturales perdidos por la privatización del parque regional (el Museo de Arte Moderno ‘Jorge Chávez Carrillo’ y el Museo ‘Griselda Álvarez’ inaugurado no hace mucho tiempo), un lector nos pide añadir el teatro al aire libre ‘Dr. Miguel Galindo’, luego rebautizado –y techado– como teatro ‘Silverio Palacios’.

Cito textualmente: “…un actor de películas de tan poca calidad que rellenan espacios en la tv de madrugada. Qué poco honor se hicieron los autores de este atropello con bisutería comediante. Pero la ignorancia colectiva permite eso y más en la corrupción galopante, en la impunidad y la indiferente complicidad de ‘autoridades’ y la sociedad”.

Otro lector me expresa sus dudas, a ver si entendí, acerca de que la apertura del Ecoparc ayude a revitalizar el centro. Es el abandono del centro histórico, revira, lo que hizo que el parque regional agonizara.

Y un tercer lector abona a la idea de la persistente desatención del parque: “Hasta los avestruces se mueren, las cuidaba mejor Chale Oldenbourg y eso que eran para consumo de la carne”.        

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com. Esta columna se puede leer también en: www.aacb2.com.

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