EL ATA

Administrador Colimapm | Opinión | 11/05/2017

POR: Armando Polanco Pérez

De mi infancia recuerdo los despertares a las cinco de la mañana, entre pláticas de la gente esperando les despacharan sus tortillas recién salidas del comal, la risa de las tortilleras, mi madre amasando la masa, calentando café y el repertorio musical de la radio escuchando Las Jilguerillas, Hermanas Huerta, Antonio Aguilar, Cornelio Reyna, entre tantos más.

Mis distracciones como todos los niños de ese tiempo, era toda la calle para jugar.

Viviríamos cerca del jardín porque trepar a los árboles, chirotear por los prados, gritar a la mitad de la pérgola y escondernos en las escalinatas, era cosa de todos los días.

Frente al jardín, en el corredor cerca de con Lupe la Taquera, todos los días por las tardes, un señor instalaba pequeños lazos de ixtle sostenidos de dos tablas y de unas cajas de cartón iba sacando lo que sería para mí un deleite: las revistas de caricaturas.

Aquel hombre que no pronunciaba ni una palabra, se daba a entender con monosílabos cortos acompañados de señas de manos y expresiones faciales que expresaban enojo, desesperación, alegría o seriedad. Muchas veces, los niños que fuimos lo hacíamos desesperar pero terminaba sonriendo siempre.

El Ata fue sin palabras, mi primer mentor. Con aquellos cómics y revistas ilustradas como todas las de Walt Disney, El Payo, Kalimán, El Llanero Solitario, La Familia Burron, El Libro Semanal, El Libro Sentimental y tantas revistas, empecé mi gusto por leer.

El Ata en ocasiones me fiaba porque sentado en esa banca de dos tablas toda apolillada, era su cliente asiduo, allí, metido en esas revistas colgadas de delgados lazos, mi imaginación​ volaba.

Hoy falleció un personaje importante de mi pueblo, de aquel tiempo de paz e ingenuidad.

Se va El Ata, revistero que sin palabras me indujo a la lectura, en mi caso muy particular.

Descansa en paz Ata.