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LA PANGA

MAYAHUEL HURTADO | Opinión | 03/04/2017

¡SOMOS MAESTROS, NO MÉDICOS!

No ha dejado de estar en mi cabeza el tema por el que falleciera una alumna en la Escuela Secundaria de la capital del estado, Enrique Corona Morfín. Creo que al personal docente de ese plantel educativo les tocó “estar a la hora indicada en un mal lugar y por si faltara algo más, en la peor de las circunstancias”. Tengo más de dieciséis años como docente de educación secundaria en la asignatura de Español, en esos años el tener una hora diaria con los alumnos me permitía estar más cercana y enterada de sus situaciones, algunas relacionadas con su entorno familiar, otras de problemas socioeconómicos y muy escasamente las que generalmente no se ven, las de salud. Puedo hablar por cada uno de mis compañeros de la secundaria Corona Morfín y podría incluso asegurar, que a ningún maestro nos gusta ver que nuestros alumnos se sientan mal, peor aún si atraviesan por casos de epilepsia, asma bronquial, cardiopatías, trastornos diversos de la conducta, hipertensión reactiva a su corta edad, cáncer, cuidados postquirúrgicos, alumnos que acuden con una sonda a la escuela por daño renal, hay quienes tienen diabetes infantil, otros más síndrome de colon irritable, alergias, amigdalitis crónicas y me tocó hace un par de años, en uno de mis centros de trabajo, la secundaria para trabajadores, estar muy cercana a una alumna que de forma increíble adelgazó y lucía enferma, al poco tiempo falleció y al indagar acerca del tema, supe que fue un choque séptico como consecuencia de SIDA.

A eso y más los maestros se enfrentan todos los días, ante las diversas enfermedades que rodean la vida de nuestros alumnos, por eso insisto, somos maestros, no médicos, pero de una manera u otra, tratamos dentro del conocimiento que cualquier padre tiene, tratar de cuidar a los hijos de otros que se encuentran en nuestras aulas. Hijos que en algunas ocasiones acuden enfermos, en otros casos sin haber ingerido alimentos y sin dinero para comprarlos en el establecimiento, unos más que día a día se levantan para llegar a las 7:00 o a las 13:30 horas, a pesar de la negligencia de sus padres en los cuidados básicos de alimentación, higiene y salud.

Y ahora debo añadir a mi diccionario un nuevo término: ANEURISMA CEREBRAL, no importa que tanto sé de medicina, debo saber en qué consiste y estar atenta para que si en las oficinas al realizar un trámite o en alguna de las aulas de los diferentes planteles de educación básica pueda darse.

¿Qué es un aneurisma cerebral? Un aneurisma cerebral es un punto débil o fino en un vaso sanguíneo cerebral que sobresale como un balón y se llena de sangre.  El aneurisma saliente puede poner presión sobre un nervio o tejido cerebral circundante.  También pueden perder o romperse, derramando sangre en el tejido circundante (llamado hemorragia).  Algunos aneurismas cerebrales, particularmente los muy pequeños, no sangran o causan otros problemas, otros que se complican pueden ocasionar una enfermedad cerebro vascular e incluso la muerte.

¿Qué causa un aneurisma cerebral? La mayoría de los aneurismas cerebrales es congénita, debido a una anormalidad innata de una pared arterial. Otras causas pueden ser trauma o lesión craneana, alta presión arterial, infección, tumores, aterosclerosis (una enfermedad de los vasos sanguíneos donde las grasas se acumulan dentro de las paredes arteriales) y otras enfermedades del sistema vascular

¿Cómo se clasifican los aneurismas? Existen tres tipos de aneurisma cerebral.  El aneurisma sacular es un saco de sangre redondeado o parecido a una bolsita que está unido por el cuello o pedúnculo a una arteria o rama de un vaso sanguíneo.  Un aneurisma lateral aparece como un bulto sobre una pared del vaso sanguíneo, mientras que un aneurisma fusiforme está formado por el ensanchamiento de todas las paredes del vaso. Los aneurismas cerebrales pueden producirse en cualquiera, a cualquier edad.  Son más comunes en adultos que en niños y levemente más comunes en las mujeres que los hombres.  Las personas con ciertos trastornos heredados también corren mayor riesgo. La incidencia informada de aneurisma roto es alrededor de 10 de cada 100,000 personas por año (cerca de 27,000 pacientes por año en los EE.UU.)

¿Cuáles son los peligros? Los aneurismas pueden estallar y sangrar dentro del cerebro, causando complicaciones serias como el accidente cerebrovascular hemorrágico, daño nervioso permanente, o ambos.  Una vez que estalla, el aneurisma puede estallar otra vez y volver a sangrar dentro del cerebro, pudiendo producirse aneurismas adicionales.  Comúnmente, la ruptura puede causar una hemorragia subaracnoidea, el sangrado en el espacio entre el cráneo y el cerebro.  Una complicación retardada pero sería de la hemorragia subaracnoidea es la hidrocefalia, donde la acumulación excesiva de líquido cefalorraquídeo en el cráneo  dilata las vías del líquido llamadas ventrículos que pueden hincharse y comprimir el tejido cerebral.  Otra complicación retardada luego de la ruptura es el vasoespasmo, donde otros vasos sanguíneos cerebrales se contraen y limitan el flujo sanguíneo a áreas vitales del cerebro.  Este flujo sanguíneo reducido puede causar un accidente cerebrovascular o daño tisular.

¿Cuáles son los síntomas? La mayoría de los aneurismas cerebrales no muestran síntomas hasta que son muy grandes o estallan. Los síntomas pueden comprender dolor por encima y detrás de los ojos; entumecimiento, debilidad o parálisis de un lado de la cara; pupilas dilatadas y cambios en la visión.  Cuando un aneurisma sangra, el individuo puede tener una cefalea súbita intensa, visión doble, náuseas, vómitos, rigidez de la nuca o pérdida del conocimiento.  Los pacientes generalmente describen la cefalea como "la peor de su vida" y generalmente es diferente en intensidad y gravedad de otros dolores de cabeza que han tenido.  Las cefaleas de advertencia o "centinelas" pueden deberse a un aneurisma que puede romperse y se presentan desde días a semanas antes del evento.  Solo una minoría de los pacientes tiene una cefalea centinela antes de la ruptura del aneurisma.

Por si faltaba algo más apreciable lector, son difíciles de diagnosticar. Hoy todos los focos de alerta estarán encendidos en las escuelas, a partir de la primera hora de actividades en los planteles educativos y en las oficinas, los maestros y personal administrativo estaremos más que dando cátedra o atendiendo en el filtro de nuestras oficinas, observando a nuestros alumnos y usuarios. En las escuelas en algunos casos, indagando situaciones de salud, canalizando el tema con los padres de familia para que le den seguimiento. Cabe mencionar que existen padres muy responsables, pero habrá los que no respondan al llamado de la escuela, por considerar que se trata de un enfadoso citatorio que les complicará la vida en un día de trabajo; y ante eso nada pueden hacer los maestros. Tengo unas preguntas ¿Qué pasará si un alumno o padre de familia se infarta o lamentablemente muere como consecuencia de una enfermedad asintomática en las escuelas o incluso en las oficinas? ¿Qué más debemos hacer en esos casos si aplicamos debidamente un protocolo de seguridad? ¿Ahora también seremos paramédicos o técnicos en urgencias médicas? ¿Aún hay más responsabilidades que asumir fuera de la competencia técnico-pedagógica-administrativa? Insisto una vez más, ¡Somos maestros, no médicos!

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