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CULTURALIA

NOE GUERRA PIMENTEL | Opinión | 28/10/2016

FERIA DE IMPROVISACIONES, OCURRENCIAS Y CAPRICHOS

Desde su mismo origen oficial el llamado y muy a pesar de, así reconocido máximo festejo de los colimenses, la Feria de Colima, nuestra Feria, ha sido víctima y objeto del trivial manejo político y de los intereses mercenarios de algunos que a lo largo de más de ochenta años, salvo honrosas excepciones, la han traído entre venganzas, improvisaciones y ocurrencias, caprichos pues, de todo menos enfocados en su plural desarrollo incluyente y de fortalecimiento de los valores sociales que se le debiera procurar, al margen de cuestiones personales o enjuagues comerciales fuera de ética, en la más de las veces ajenos al interés, cultura, tradición y, sobre todo, la seguridad personal y colectiva, inherentes a la identidad de nuestra región.

Así tenemos que la primera, por venganza y capricho del entonces gobernador Salvador Saucedo (1931-1935), de triste memoria, quien queriendo quedar bien con Calles (¡Esos quedabien que nunca faltan!), para la de 1934, así, sin más ni más desconoció el origen y la tradición (1896 a 1933) y le cambió el nombre De Todos Santos por el de Regional, Agrícola, Ganadera, Comercial e Industrial, pero no solo eso, también despojó de su administración al ayuntamiento, aquel entonces encabezado por su pariente el Pihuamense Miguel Saucedo, quien cedió de común acuerdo y en contra de la iglesia católica local, que por esos días y no obstante el armisticio pactado cinco años atrás a nivel federal, acá aún padecía los resabios oficiales de la cristiada con el allanamiento de templos, como el del 21 de octubre de aquel año, el del Sagrario y la expulsión de varios ministros de culto.

Algo similar ocurrió en la década de los años 40s del mismo siglo pasado, cuando en los tiempos de Manuel Gudiño (1943-1949) en dos ocasiones se interrumpió el festejo (1947 y 48) según por la llamada fiebre aftosa, que no fue otra cosa más que una política pública de apoyo federal internacional que en detrimento de la producción local buscó favorecer las políticas proteccionistas estadounidenses a favor de sus ganaderos, por lo que con dicha “epidemia”, que aquí hicieron real con el sacrificio a balazos, no por la enfermedad, de cientos de reses y en el país con cientos de miles (http://www.colmich.edu.mx/relaciones25/files/revistas/016/JeanMeyer.pdf), según lo reseña Jean Meyer, y que a la postre justificaron la importación de cabezas de ganado extranjeras ¿y qué mejor escaparate que las fiestas regionales? Hasta que contra dicho “remedio” llegó la vacuna que sustituyó al temible “rifle sanitario” que levantó en armas a gran parte del país, entre ellos a Rubén Jaramillo, que en Morelos y Puebla, como en otras entidades de la república se opusieron a dicha radical medida, más no así el Gobernador de Colima.

Años después, en 1958, a otro gobernante, sin mayor planeación ni causa justificada y contra el rechazo colectivo y, como trasciende, para favorecer algunas inversiones inmobiliarias en la zona, se le “ocurrió” que ya no debía estar en el centro, en el jardín “José Silverio Núñez”, de cuya sede se recuerda la mejor época (1913-1957) del festejo estatal, se la llevó a la calzada Galván a un sitio improvisado, en lo que era la unidad deportiva Ignacio Zaragoza (precisamente donde actualmente están emplazados los complejos de Cultura y de los poderes legislativo y de justicia), un espacio más amplio que al paso del tiempo (1958-1978) se fue adaptando hasta lograr cierto sentido de identidad y de pertenencia, pero nada que ver con el Núñez, sobre todo por las exposiciones artesanales, agrícolas y ganaderas, además de la “caravana artística” con personajes de renombre a nivel nacional.

Y bueno, para rematar, tenemos que en Colima de un tiempo acá, algunos oficiosos “quedabien” le han incorporado al festejo elementos ajenos como las cabalgatas y ahora hasta corridas de toros en espacios que no son los mínimamente adecuados, como las avenidas de la ciudad o el Lienzo Charro, lo digo porque la de Colima no es la Feria del Caballo como la de Texcoco, ni tampoco es la de San Marcos de Aguascalientes, y menos las Fiestas de Octubre de Guadalajara, un evento disperso y orientado a los espectáculos masivos; la nuestra es la Feria de Colima y es así con nuestra propia identidad y formas de expresión, es la Feria de Todos los Santos, una celebración que no es para competir con nadie, y no es conformismo, es la realidad, el nuestro es un evento para departir con el recuerdo de los ausentes, sean “santos inocentes” o “fieles difuntos”, desde su origen religioso festeja y recrea la buena cosecha, el tiempo de las vacas gordas, de la sana convivencia y del dinero que con todo eso traen las aguas y la lluvia de la temporada de cada año. ¡Ya basta de caprichitos, dignifiquemos lo nuestro! Mejorar no es igual a contaminar.

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