TRIBUNA PÚBLICA

GABRIELA RUBALCAVA MENDOZA | Opinión | 20/07/2016

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Personalmente, concibo el ejercicio de la política ligado a lo profesional. Esto conlleva por supuesto, la práctica de valores que quienes no tienen mayor formación que la calle y los albures de la vida –que ya de por si es ruda- la crean y practiquen como el “arte de comer vidrio sin hacer gestos”. Definitivamente no es así. Todos de alguna manera hacemos política; en nuestros hogares cuando tomamos una decisión buscando no alterar los equilibrios normales de la relación con nuestras parejas e hijos, en los empleos, cuando competimos por una mejor posición entre los demás o, simplemente nos disciplinamos a las órdenes de nuestros patrones en aras de respetar las jerarquías. Que hay veces que debemos tomar decisiones que lastimaran a alguien es invariable, pero cuando se hace con el propósito de –insisto- mantener equilibrios y orden, es entendible.

Una vez un amigo, intrínsecamente ligado a la política me preguntó si sabía para que son los partidos políticos. Ante mi retórica, interrumpe el discurso pronunciado y me dice: para ganar la guerra a los contrarios, somos una alianza, no somos tus amigos, tenemos intereses contigo, no somos tus amigos, grábatelo. Y así, me ha sido más fácil transitar por esta vía desde entonces, lo reconozco. Que igualmente, en alguna ocasión me he sentido lastimada, es insoslayable, al final del día no he dejado de ser humana.

La vida, el tratamiento de infinidad de personas, de distintos niveles académicos, políticos y económicos me permite en la actualidad actuar con mayor sensatez y serenidad. No es fácil para mi, luego de todo lo visto, que alguien o algo me sorprenda. Me gusta escuchar a las personas, lo que no significa necesariamente que les crea su perorata; eso de “eres el faro que ilumina mi vida” está muy lejos de alcanzarme o siquiera conmoverme, no es por allí, conmigo.

No tengo una fortuna por la cual mis parientes o amigos deban sentirse amenazados. No. Cada una de las cosas que poseo, son fruto del trabajo constante. Y de ello dan fe mis ex patrones y en algunos casos, mis ex jefes políticos. Eso me tranquiliza. Nada en mi currícula académica es inventado –como a veces ocurre, dicen algunos- con quienes llegan a un puesto apenas sabiendo como se escribe. No. Todo está documentado. Por eso creo, ser una persona medianamente “normal”, con aspiraciones legítimas y anhelos aún más legítimos, todavía.

Creo que la vida toda se trata de aprender, de crecer y hacer política. Por eso lo disfruto tanto. Estoy determinada a prosperar y mejorar las condiciones de quienes me rodean, porque quienes se mantienen a mi lado en los momentos complicados merecen la oportunidad de crecer conmigo, nadie más. Yo para que quiero lisonjeros a mi paso? No me sirven de nada absolutamente, pero tengo muy cierto, las cuestiones de la lealtad y la institucionalidad, por encima de todo, eso es para su servidora, un diamante que defenderé por encima incluso, de quienes no piensan como yo.