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PERGAMINO BALOMPÉDICO

ALEX CARBAJAL BERBER | Opinión | 23/06/2016

EN DÍA QUE MARADONA SE CONVIRTIÓ EN D10S

Se han cumplido 30 años desde que Diego Armando Maradona fijó su lugar en el universo del futbol y cambió la historia de este deporte para siempre. Aquel 22 de junio de 1986, en medio del Mundial realizado en suelo mexicano, nada menos que en el estadio –Azteca–, donde Pelé, en 1970, se convirtió en el Rey para la eternidad, un argentino de 25 años y menos de 1.70 metros de estatura, se transformó en una deidad, en la figura divina más representativa del balompié, y en un prócer de la patria para la hinchada albiceleste.

En una cancha seca, para nada cercana al gusto del astro argentino –quien llegó a quejarse de manera pública del mal estado del estado del campo en el Estadio Azteca–, con una temperatura alta viciada por el smog tradicional de la Ciudad de México, Maradona dejó dos pinceladas que se perpetraron en la historia del futbol por sus connotaciones emocionales. Nos dejó el gol más bello que podría gestarse en una Copa del Mundo, el “Gol del siglo”, y se convirtió en un misil directo al orgullo de la Corona británica, al hacerles un gol ilegal, con “La mano de D10S”.

Corría el sexto minuto del segundo tiempo en un ardiente Estadio Azteca, cuando un defensor inglés –Steve Hodge– despejó erróneamente una pelota que se dirigía peligrosamente hacia su propio arco, resguardado por el prestigiado Peter Shilton. Pocos se dieron cuenta, fehacientemente, que un chaparrón de piernas anchas le había robado la billetera al arquero inglés en su propia área. Maradona levantó el puño, perdón, “La mano de D10S”, y ganó su propia Guerra de Las Malvinas a unos ingleses que se pasmaron ante el asalto del Robin Hood de las canchas.

Unos minutos después, el mundo conoció al crack que demostraba tener las virtudes para ganar un Mundial prácticamente por su cuenta, apelando al perdón de los otros diez que alineaban con Maradona en el equipo de Bilardo. Este gol, elegido en 2002 como el mejor en la historia del futbol, inicia con Maradona en su propio campo, tras una confabulación de Batista y Enrique, quien se la cede (como dice él) “al mejor”. El diez argentino eludió a seis defensores ingleses (Hoddle-Reid-Sansom-Butcher-Fenwick-Shilton) y definió con la tranquilidad de un asesino a sueldo.

He aquí el relato del periodista Víctor Hugo Morales, que en las últimas tres décadas se ha convertido en el soundtrack del ascenso de Maradona al reino de los cielos:

“Ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del futbol mundial, deja el tercero y va a tocar para Burruchaga... ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta... Gooooool... Gooooool... ¡Quiero llorar! ¡Dios Santo, viva el futbol! ¡Golaaazooo! ¡Diegoooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme... Maradona, en recorrida memorable, en la jugada de todos los tiempos... Barrilete cósmico... ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés? Para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina, Argentina 2 - Inglaterra 0. Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona... Gracias, Dios, por el futbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 - Inglaterra 0”…

73 días…

Los futbolistas argentinos de México 1986 han negado repetidamente que hubiesen pensado en las víctimas mortales que dejó la Guerra de Las Malvinas, previo al enfrentamiento con los ingleses en los cuartos de final de este Mundial. Aunque ellos, increíblemente, no lo hubieran tomado en cuenta, la afición simpatizante de los argentinos –muchos de ellos nacidos en el tercer mundo latinoamericano–, veían en este duelo la oportunidad de vengar a los 649 muertos a causa de la artillería inglesa.

Ese día, el conjunto argentino se convirtió en un ejército de once hombres que desafió el resultado de una guerra que duró 73 días, que cambió la vida de miles de familias, cuyos chicos fueron a enfrentarse a una potencia militar mundial. Nunca antes, ni en la “Guerra del Futbol” de Ryszard Kapuscinski entre Honduras y El Salvador, las acciones de un campo de juego se acercaron tanto al recuerdo de una batalla en la que perdieron la vida cientos de seres humanos.

El ídolo que arrastró a un equipo…

César Luis Menotti dejó fuera del Mundial de 1978 a Maradona, y el propio Diego se expulsó del Mundial de 1982, cuando fue botines por delante para ganarse la roja ante los archirrivales brasileños. Así que en su segundo Mundial, con la fama a cuestas, llegó con la obligación de consagrarse campeón del mundo para empezar a perseguir la leyenda de Pelé.

El propio Diego dice que su mejor partido en México 1986 fue el que se di

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