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AL VUELO

ROGELIO GUEDEA | Opinión | 01/05/2016

HANNAH ARENDT Y LA ACCIÓN POLÍTICA

Aunque nació en Hanover en 1906, la infancia de Hannah Arendt transcurrió en la misma ciudad de Kant: Konigsberg. Su familia pertenecía a una enraizada comunidad de judíos ilustrados, lo que ya de por sí la pondría en un duro predicamento histórico. Padeció las dos guerras mundiales y en 1933, incluso, tuvo que exiliarse a París, acompañada de su marido, al descubrirse en la lista negra de la Gestapo. Luego iría a los Estados Unidos, país en el que la “apátrida” por excelencia obtuvo su ciudadanía, y en 1951 publicó su obra clave: Los orígenes del totalitarismo, en donde demuestra los males no sólo del impulso tiránico de los Estados totalitarios, que buscan acabar con todas las libertades del ciudadano, sino también desvelar los horrores del nazismo en contra de los judíos. Arendt dio un vuelco en la perspectiva de la filosofía política al insistir en un aspecto que estaba pasando indiferente: el de la acción política, que la también autora de La condición humana y Sobre la revolución sustentaba conceptualmente utilizando la idea de praxis aristotélica. La acción política, considerada para Arendt la actividad humana por excelencia, será lo que marcará en nuestro tiempo un cambio radical en la vida de las sociedades. Es el momento en que discurso y acción se funden y en el que el ser político se completa. Arendt destacará en sus inquisiciones, por tanto, la tradición de los “hombres de acción”, ponderando figuras como la del propio Maquiavelo, Montesquieu, Tocqueville, Jefferson o los enciclopedistas, pues sin la presencia de estos personajes somos incapaces de reconocer “el tesoro perdido de las revoluciones” y el cambio radical de nuestras sociedades. El filósofo político no puede, por tanto, sólo teorizar sobre el bien y el mal sino, básicamente, actuar y participar activamente en la transformación de su propia aldea. Por eso escribe Arendt: “Los hombres son libres tan pronto como actúan, ni antes ni después; ser libre y actuar es lo mismo”. La definición de acción conlleva, por tanto, una determinación de libertad, el más alto valor de la vida humana, que el totalitarismo subyuga y rompe, al ser su antípoda. El pensamiento político transformado en acción de Hannah Arendt, alumna destacada de Heidegger y admirada por otros filósofos de la época (entre ellos Karl Jaspers), llega así a una modernidad social necesitada de cambios sustanciales, más compromiso por parte de los intelectuales y más participación por parte de la ciudadanía, que no termina de organizarse para liberarse de todo aquello que la esclaviza.

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