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CULTURALIA

NOE GUERRA PIMENTEL | Opinión | 19/02/2016

MADERO, NO SABÍA HISTORIA

Parece que la traición es inherente a la condición humana. Amanecía el 22 de febrero de 1913, tres días antes Madero y Pino Suárez, obligados, ya habían presentado su licencia a los cargos ante el Congreso y este cuerpo se las había aceptado. En calidad de prisioneros permanecían encerrados en una habitación de servicio en Palacio de Gobierno. Francisco Ignacio como José María y varios integrantes del legislativo habrían obrado a cambio de sus vidas. El Legislativo una vez más plegado al Ejecutivo o del verdadero Poder tras él. Pedro de Lascuraín tomó posesión y fue Presidente por 45 minutos, tiempo en el que nombró Ministro de Gobernación al militar de origen indígena, Victoriano Huerta, y redactó su licencia del cargo dejando todo dispuesto para que éste lo sucediera.

La suerte estaba echada, esa tarde del 22 de febrero Félix Díaz (sobrino de Porfirio), Manuel Mondragón, Aureliano Blanquet y Victoriano Huerta, coordinaban las acciones, la mano que mecía la cuna se estiraba desde los Estados Unidos a través de su Embajador en México, Mr. Henry Lane Wilson. Alrededor de las 6 de la tarde el mayor de rurales, Francisco Cárdenas fue llamado al despacho del Presidente. Se entrevistó con el general Blanquet, quien lo presentó al ya ministro de Guerra Manuel Mondragón, quien le explicó su “alta misión”: matar a Madero y Pino Suárez fingiendo un asalto. Cárdenas aceptó a condición de que se lo ordenara el Presidente Huerta, quien lo hizo aduciendo que “será por el bien de la patria”. Cárdenas preguntó por Felipe Ángeles, Huerta ordenó respetarlo. Blanquet mandó al cabo Rafael Pimienta que se reportara para auxiliar en la comisión.

Una vez iniciada la operación, Huerta se apersonó en la embajada estadounidense donde había una recepción que celebraba el natalicio de G. Washington. De acuerdo con Márquez Sterling, a las 10 de la noche ya dispuestos al descanso Madero, Pino Suárez y Ángeles, fueron despertados con la orden de traslado, Madero preguntó que por qué no se les había informado con oportunidad para estar en condiciones. El coronel Joaquín Chicarro, hasta ahí encargado de su custodia, les informó serían llevados a la Penitenciaría de Lecumberri (actual sede del Archivo General de la Nación). Al sentirse aludido, Ángeles se incorporó, a lo que Cárdenas reaccionó: "No, general, usted se queda. Es la orden".

Ambos fueron bajados a uno de los patios de Palacio Nacional donde dos vehículos les esperaban. Unidades que después se supo habían sido conseguidas por Cecilio Ocón, uno de ellos, en el que viajó Madero, era un Peerless reformado como un Packard, fue rentado por Ignacio de la Torre y Mier (Yerno de Porfirio Díaz), y conducido por Ricardo Hernández; el otro, en el que viajó Pino Suárez, era un Protos propiedad de Alberto Murphy, conducido por Ricardo Romero. La escolta fue conformada por Francisco Cárdenas, Rafael Pimienta, Francisco Ugalde y Agustín Figueres. Cecilió Ocón llamó por teléfono al director de la penitenciaria, Luis Ballesteros, para avisarle que ya salían.

Al llegar a Lecumberri pasaron de largo frente a la entrada principal y se desviaron hasta llegar a espaldas de la Penitenciaria, entonces un llano, donde se detuvieron, Cárdenas, que iba atrás con Madero en el coche, le ordenó: "¡Baje, carajo!" ante su negativa a bocajarro le disparó a la cabeza, en la nuca, muriendo instantáneamente en el mismo asiento para luego ser empujado hacia afuera. Al escuchar, Pino Suárez salió del coche en el que iba adelante intentando huir, pero de un certero disparo fue alcanzado por Pimienta, quien al alcance y a menos de un metro de distancia le asestó doce impactos de bala más entre la cara y el cuerpo. Acto seguido y para simular el asalto, dispararon a los vehículos y con la sangre de las víctimas mancharon los interiores de ambos automóviles. Los choferes, sin atreverse a intervenir, fueron testigos involuntarios.

Después de media noche, Francisco Cárdenas, el autor material del Magnicidio, se reportó en Palacio para “rendir su informe al Presidente”, a ese momento este ya se encontraba en conferencia de prensa notificando que una chusma afín al expresidente había asaltado a la escolta que lo custodiaba y conducía a la penitenciaria junto con el exvicepresidente y que le confirmaban que estos habían resultado muertos en el intento de rescate. Informando junto con Mondragón y De la Barra que se investigaría “para esclarecer los hechos hasta sus últimas consecuencias”. Mondragón pagó a los sicarios dieciocho mil pesos.

La historia enseña. 1º. Todos los mencionados y participantes en el complot, habían servido al anterior régimen, al de Porfirio Díaz. Todos traicionaron al nuevo Presidente Francisco I. Madero. Todos manipulados desde afuera por fuerzas intervencionistas. 2º. Después de esta tragedia inició la verdadera sangría en la que por década y media se ani

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