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CULTURALIA

NOE GUERRA PIMENTEL | Opinión | 11/12/2015

Y HACE TAN POCO…

Si usted tiene más de cuarenta años me dará la razón y recordará cosas que seguramente vivió y que hoy ya no son más, incluso, las actuales generaciones ni las conocen y menos saben para qué servían o resultaban tan indispensables. Nacimos en los cincuentas, sesentas o setentas y sí, grato es recordar que por esta época en nuestros hogares se empezaban a recibir tarjetas navideñas, cartoncillos estampados con alusiones navideñas que impresas y con leyendas escritas a mano nos traían el recuerdo y el afecto, la añoranza de amigos y familiares ausentes, gente que vivía en otros lugares, la que de pronto, con su peculiar silbato nos acercaba el esperado Cartero con aquel sobrecito que muchas veces, aparte de la tarjeta y los buenos propósitos traía dólares o pesos en billetes. Nada de Correo electrónico, ni Messenger, ni Facebook, ni WatsApp, ni de tantas otras herramientas que hoy mucho nos acercan en la inmediatez pero nos distancian en humanidad.

También por este tiempo de regalos y de fiesta, hará apenas tres décadas, era común cambiar o comprar algunas cosas para la casa, por ejemplo, recuerdo cuando recibimos una Consola, en el barrio hubo fiesta, los vecinos hicieron fila para verla y escucharla, era Punto Blanco con radio AM y FM ¡Prodigio! (aunque para nada servía, en Colima ni había estaciones con esa frecuencia); era un gabinete de madera barnizada, horizontal, de más de un metro y medio de largo por unos sesenta centímetros de ancho y altura de un metro aproximado con iluminación interior y cubierta de dos tapas, una para encender y sintonizar la radio y la otra para el Tornamesa que tocaba discos de acetato de 33 y 45 revoluciones en barra apilable de ¡Hasta diez discos! Ni cartuchos, ni cassetes, ni CDs, ni MINIDisc, ni memorias USB, ni música virtual, ni “nube”, ni nada de todo eso con lo que hoy ya no sabemos ni qué hacer.

Otro regalo navideño que en verdad me marcó, fue la televisión, la primera y única en la casa, era una Telefunken en blanco y negro con pantalla accesoria azul y antena aérea, con cambio de canales en perilla y ajuste a mismo, además de salir a ubicar la antena, aparato frente al cual, entre semana, solo por dos horas veíamos la programación y los sábados y domingos nos daban permiso hasta por tres horas en la mañana y después de hacer las labores de casa y terminar la tarea ¿Qué esperanzas de los cartuchos Beta y VHS, los Diskets, DVDs o las memorias USB y los teléfonos inteligentes?

Antes para hablar por teléfono había que hacer fila o esperar sentado en la caseta de LD (Larga Distancia) y después de ser llamado, meterse a una cabina y de ahí hablar con el ser querido sin importar que los de afuera, como nosotros antes, impacientes estuvieran esperando. Un alivio fue cuando el teléfono llegó a la casa, era gris de esos pesados de plástico irrompible, con disco, seguro, candado, cordón plegable de gusano y números grabados; lo instalaron en la sala, sobre la consola y el que con el previo pago de módica propina por tomar recado o irles a hablar a su casa, los vecinos recibían ahí las llamadas de sus parientes en el Norte (Ahí, sin querer, se enteraba uno de todos los chismes de allá y de acá). Solo un aparato de teléfono en toda la cuadra, no como ahora que hasta los chiquillos cargan su aparato que los conecta con el Mundo, con lo bueno y lo malo que esta accesibilidad les pueda ofrecer y de hecho los expone, más, por supuesto, que a los adultos, que hoy, a diferencia de aquellos años, paradójicamente resultamos más vulnerables.

Mientras todo eso ocurría y ya en tiempo de vacaciones decembrinas toda la muchachada, incluidas las niñas y las muchachas, siempre bajo la vigilancia familiar que discreta nos cuidaba desde la puerta de sus casas, hasta altas horas jugábamos en la calle que lucía iluminada de fiesta con faroles, luces y adornos, en juegos como Estatuas de Marfil, doña Blanca, Matarile y Los Quemados, y los puros chiquillos a las canicas, trompo, zumba con corcholatas y al Yoyo, o lo más pesado, metegol, Bat y Burro, aunque también entre todos, incluidos adultos, al Voli yal Changais y en las pastorelas o las mañanitas.

No se ocupaba más que la disposición y el buen ánimo para convivir y compartir, para divertirse en un ambiente sano, lleno de la alegría y la buena voluntad características de este tiempo. Algo de lo que en mucho ya se perdió y que lo teníamos apenas hace tan poco.

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