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LECTURAS

NOE GUERRA PIMENTEL | Opinión | 23/06/2013

A RECOGER VARAS

En la política mexicana suele haber dos épocas, la de recoger varas y la de aventar cohetes, aunque algunos creen que solo es la última mientras que a otros se les condena a permanecer en la primera, es decir, recogiendo varas; en ese estricto sentido quienes desde hoy ya se ven en algún cargo de representación pluri o mayoría y que la tienen segura solo por haber sido “electos” dirigentes partidistas. Con todo y pena y sin querer aguarles la fiesta lamento decirles que eso, si se atienen a las ilegítimas y cuestionadas prácticas entre las que solo es suficiente quedar bien con “el dedo del señor”, ya no pasará y si eventualmente sucede, será con ese estigma, el del dedazo.

Las nuevas dirigencias partidistas, todas y de todos los partidos deberán trabajar en su legitimación y hacerlo en serio para ser y no como en el pasado repartiendo despensas, láminas, viajes a Talpa o apadrinando a medio pueblo, ahora se necesita más, se exige una verdadera labor con las militancias pero más con la gente, con ese amplio sector de la sociedad que cada vez crece y se amplía callado, como repudiando los actos de simulación y complicidad a que son comúnmente proclives las excluyentes camarillas que desde que recuerdo viven apoderadas de organismos partidistas que acríticos y cerrados lo último que representan es a la sociedad que los mantiene.

Es fácil deducir lo que categórico afirmo, solo hay que ver los nulos liderazgos que han buscado y detentan representatividades que no les pertenecen, que no se han ganado y para las que ni mínimamente se han preparado pretendiendo y arribando en una suerte de oportunismo político (vividor, meritocrático, sin mayor trayectoria, ni trascendencia social), donde en su gran mayoría han sobrevivido mediante compadrazgos, amasiatos o encubiertos nepotismos con una identificación que solo conocen frente al espejo de su casa y que entre algunos les aguantan, sumados los lambiscones que les rodean y que así, sin mayor derecho ni aptitud creen asegurar “el privilegio de mandar”.

Las nuevas dirigencias, que no liderazgos, más que asumirse beneficiarias del poder conferido o, por otro, “hermanas de la caridad” como es costumbre, hoy más tienen el imperativo de replantearse, de profesionalizarse y democratizar sus procesos internos, dejar ya de simular con ese gastado discurso demagógico y sus prácticas aparentes, tienen que abrirse a otras corrientes de pensamiento, de nutrirse con nuevas posiciones críticas, ser receptivas, respetar a su militancia, a la gente y de actuar en congruencia, de corresponder a la sociedad que los sostiene, de verdaderamente abanderar las causas ciudadanas, de ser sensibles con las necesidades de la gente, en suma, ser parte y realmente empezar a representar y ser el canal social de los intereses a que por ley se obligan.

Es penoso confirmarlo, pero lejos y hasta ausente ha quedado el ideario universal de transparencia, libertad, equidad, desarrollo, progreso, crecimiento, igualdad y oportunidad social, estipulados y seguidos por grandes como: Gómez Morín, Vasconcelos, Reyes Heroles, Coutlier, Castillo Peraza, Semo, Bremer, González Avelar, del Paso, Gómez Tagle, Silva Herzog, Muñoz Ledo o Colosio, mentes, ideas y futuros esperanzadores que cada vez se ven más traicionados en su pensamiento, mucho del cual ahora utilizado en textos discursivos, lemas o títulos aparentes con los que frívolos y corruptos encubren sus fines de espalda al pueblo que silencioso masculla su repudio a un sistema caduco de partidos.

La realidad es que los dirigentes de un tiempo acá, sin importar doctrinas ideológicas, ni convicciones políticas solo van por las rentas, por el poder, por la lana; van por lo que ofende, agravia y traiciona al pueblo, no buscan los espacios para servir, sino lo contrario. No por nada son las organizaciones civiles más desacreditadas y las que más rechaza la sociedad al no saberse representada y hasta pisoteada por el esquema de privilegios al que muchos buscan ingresar solo para abusar del poder a costa de la gente, de los demás, de los sin voz. Por todo ello no esperemos que esto cambie, si nosotros, los ciudadanos, no lo cambiamos.

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