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LECTURAS

NOE GUERRA PIMENTEL | Opinión | 20/01/2013

EL ABUSO DEL PODER

Reconociendo que no es una condición exclusiva de quienes ejercen el Gobierno, pues conocidos son los casos de típicos dictadorzuelos que se desempeñan en diferentes ámbitos, entre los que caben empresas particulares, el caso que nos ocupa es de aquellos que con recursos nuestros llegan a espacios de poder para servirse de ellos y más aún haciéndolo en forma despótica, por ello, es un riesgo latente que como población deleguemos el poder en la papeleta electoral cada 3 o 6 años, sin controles efectivos ni restricciones normativas a unos cuantos, entre los que algunos ceden embriagados por los privilegios que les da el poder.

También conocido como síndrome de Hubris o hybris en griego antiguo refería acciones humillantes sobre la víctima por el placer del abusador. La palabra también se usaba para desacatos contra dioses o leyes, agresiones sexuales, latrocinios, por pasiones exageradas, consideradas enfermedades por irracionales. Las presiones y la responsabilidad que conlleva el poder pueden terminar afectando a la mente de algunos que llegan a ejercer acciones de mando o de jerarquía. Llega un momento en que quienes lideran dejan de escuchar, se vuelven imprudentes y toman decisiones por su cuenta, sin consultar, porque piensan que sus ideas son las únicas correctas. Por eso, aunque finalmente se demuestren erróneas, nunca reconocerán su equivoco y seguirán actuando así.

Toda persona normal busca poder o intenta llegar a un cargo importante, cuando lo alcanza internamente tiene un principio de duda sobre si realmente tiene capacidad para ello. Pero pronto surge la legión de incondicionales aduladores que le felicitan y reconocen. Poco a poco, la primera duda sobre su capacidad se transforma y supone que está ahí por sus méritos. Todo el mundo quiere saludarle, hablar con él, recibe halagos, es inteligente, etc. Esta es una primera fase. Pronto se da un paso más en el que ya no se le dice lo que hace bien, sino que menos mal que estaba allí para solucionarlo y es entonces cuando se entra cae en lo megalomaniaco, cuyos síntomas son la infalibilidad y el creerse insustituible. Suele suceder que comienzan a realizar planes estratégicos a largo plazo, como si fueran a estar todo ese tiempo, hacen obras faraónicas o dan conferencias sobre temas que por naturaleza desconocen.

Tras un tiempo, los afectados padecen lo que psicopatológicamente se llama desarrollo paranoide: Todo el que se opone a él o a sus ideas son enemigos personales, que responden a envidias. Pueden llegar incluso al trastorno delirante, que consiste en sospechar de todo el mundo que le haga una mínima crítica y a progresivamente aislarse de la sociedad. Y, así, hasta que ante la pérdida de lo que consideraba seguro, cae en un cuadro depresivo. Cabe aclarar que este problema no está caracterizado como enfermedad por la medicina, pero tiene síntomas reconocibles, entre los que destacan una exagerada confianza en sí mismos, desprecio por consejos de quienes les rodean y alejamiento progresivo de la realidad ¿Pero cómo reconocerlos?

Además de lo anterior observan una propensión narcisista a ver su mundo como un escenario donde ejercitar su poder y buscar la gloria. Predisposición a lanzar acciones que puedan darles una luz favorable, con el fin de embellecer su imagen. Preocupación desmedida por su imagen. Son mesiánicos al tratar asuntos corrientes con tendencia a la exageración. Se identifican con una organización hasta el extremo que atribuyen su punto de vista y sus intereses como idénticos.

Otras más pueden ser la tendencia a hablar de sí mismo en tercera persona o a usar la forma de “nosotros”. Desprecio por los consejos o las críticas de los demás. De enfoque personal exagerado, tendente a la omnipotencia, de lo que son capaces de llevar a cabo. Creen que antes de rendir cuentas, la Corte ante la cual deben responder es: la Historia o Dios. Tienen la idea de que aquella Corte les absolverá. Pierden contacto con la realidad. Tienden a privilegiar su “amplia visión” en detrimento de la moralidad y pasando por alto la necesidad de conocer otras posibilidades, costos y resultados. Si conoce a alguno, denúncielo.

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