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PERGAMINO BALOMPÉDICO

ALEX CARBAJAL BERBER | Opinión | 10/01/2013

Messi, Casillas… Mourinho

Era de esperarse que Lionel Messi consiguiera un nuevo Balón de Oro de la FIFA. El cuarto, el récord que lo confirma entre los más grandes, pese a que nunca ha ganado una Copa del Mundo. Un Mundial sería una reconfirmación de su grandeza, tan necesaria si es que quiere arrebatarle el trono a Diego Armando Maradona.

Al margen de esta entrega tan esperada, en la Casa Blanca de Real Madrid inician el año tal como terminaron 2012: inmersos en una tormenta. Parece un guión preestablecido: los españoles versus los portugueses, los forasteros contra los nativos. Lo peor para la exigente afición madridista es que los pone contra la espada y la pared. Apoyar al ídolo que se proclamó héroe siendo un niño, o el nómada que se aferra a su popularidad para robar reflectores. Casillas, el portero mejor visto en el mundo futbolístico, ante el técnico que ha prometido mucho, y ha cumplido con raciones medidas.

Ya Iker Casillas se ha pronunciado con humildad, con la caballerosidad que corresponde a uno de los últimos héroes del imperio blanco. Luchará por mantener la titularidad, aunque sustituirlo por Adán, para cualquier persona normal parecería como darse un tiro en su propio pie. Así de confuso es el asunto, y hasta que no salga la verdad del vestidor madridista, podremos entender la puesta en duda de uno de los baluartes blancos, en autoría de su propio entrenador.

Sin embargo, para los medios ultra madridistas el caso también pareciera escabroso. Es difícil tomar partida, al igual que para la afición. Por eso, los medios madrileños han optado por centrarse en otro factor: la supuesta reconciliación de Cristiano Ronaldo con la afición tras sus insinuaciones de partida, y su ungimiento como el “auténtico Balón de Oro”.

Es obvio que la reelección de Messi como mejor jugador del mundo para la FIFA supuso un golpe mediático y mercadológico importantísimo. Cuando el Madrid compró a CR7 vieron la forma de darle salida a otro de sus grandes ídolos, Raúl, ya que su portación del número 7 relegaba al portugués a ser “CR9”. El proyecto era hacia futuro, y el futuro exigía –exige- la décima Copa de Europa, que tanto se le resiste a Mourinho y a la dirigencia madridista.

La consecución del cuarto Balón de Oro fue una baldada de agua fría para los egos de los portugueses y los blancos en general. Si hubiera un vestidor unido, quizá habría mejores esperanzas rumbo al verano europeo, pero la guerra fría entre Mourinho y Casillas nos pinta que las cosas no andan tan bien en el Bernabéu.

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