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PARACAÍDAS

ROGELIO GUEDEA | Opinión | 01/12/2011

El buscador de cabezas, de Antonio Ortuño

La celebración más grande de los libros está ahora mismo con las venas abiertas en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. A ella acuden una cantidad considerable de agentes literarios, escritores, editores, periodistas, etcétera, y todo gira en torno a ese objeto sobre el que se han vaticinado las más grandes calamidades. La peor de ellas: su extinción.

Sin embargo, cuando uno entra a la FIL y ve esa muchedumbre de estanterías se tiene la certeza de que no seremos nosotros los que presenciemos su definitiva desaparición.

A mí me tocó presentar hace unos días un libro que, curiosamente, conjuga dos de mis pasiones: la literatura y la política.

Me refiero a El buscador de cabezas, de Antonio Ortuño, libro cónclave de dos realidades (o heridas, como lo dijera el poeta Francisco Cervantes) que se alternan en dos espacios distintos pero con visibles puntos en común.

Cuando en 2006 Ortuño publicó esta novela -por la cual una editora le aconsejó, después de leerla, que fuera mejor a un psiquiatra-, nunca nadie se imaginó que poco tiempo después la propia realidad, como casi siempre, la arrollaría.

El buscador de cabezas, bellamente reeditada por Ediciones B, cuenta la historia de un periodista (a la par narrador de su propia venganza) que se ve obligado a integrarse a las filas del partido fascista de cara a las elecciones, mismo que le gana sorpresivamente (o tal vez no tanto) a la izquierda, con lo cual, no bien instalados en el poder, desatan una cazería no sólo contra parte del grupo opositor (incluidos periódicos y periodistas) sino también contra todo aquel que formaba parte de los grupos de resistencia.

Álex Faber, su personaje principal, dará cuenta de torturas, represiones, muertes y descabezamientos, justo lo que empezamos a presenciar en esta extenuante guerra contra el narcotrafico, cuyo fin –hay que decirlo- no es malo, pero cuyo medio, de haberse modificado a tiempo, podría habernos evitado este tsunami de cadáveres que todos (porque todos somos responsables) llevamos ahora sobre la espalda.

Aquellos que creyeron que tales infiernos no eran de este mundo, y que sólo podían pertenecer al reducido espacio de una novela, hoy se arrepentirán de haber sido tan temerarios.

Un dato curioso: la primera edición de El buscador de cabezas fue en 2006, cuando la izquierda, representada por Andrés Manuel López Obrador, perdía (como en la novela) las elecciones que llevarían al triunfo al actual gobierno panista. Aquel escenario se repite, aunque ahora la diferencia son más de cincuenta mil muertes, un estado de Derecho lacerado, una malograda reforma política y una sociedad que le ha perdido toda credibilidad a sus instituciones.

En 2012 estará AMLO de nueva cuenta como candidato de las izquierdas. Por eso, la reedición de El buscador de cabezas también reaparece en un momento crucial y, con ello, Ortuño cumple (como lo señala Víctor Roura en Codicia e intelectualidad) con el compromiso ético de volver a poner sobre la mesa de discusión temas que antaño quedaron pendientes.

No sabemos, eso sí, si estemos frente a un buen o mal presagio. Lo que es irrefutable es que no son pocas las cosas que han cambiado desde entonces y muchas las que deberán transformarse en breve para evitar ser arrastrados, definitivamente, por la ignominia.

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