LECTURAS

NOE GUERRA PIMENTEL | Opinión | 14/10/2011

JOVA: LO BUENO, LO MALO Y LO FEO

Más que el ya repetitivo recuento de los daños ocasionados por este asalto climatológico, mismos que puntualmente han sido difundidos por la mayoría de los medios de información impresos y electrónicos tanto locales como foráneos, quiero referir lo que este tipo de fenómenos naturales suelen descubrir entre los destrozos evidenciando la precaria condición humana de algunas y algunos y más cuando se originan en tiempos preelectorales, como es el caso de Colima.

En primera reconocer que si algo bueno tuvo este suceso natural, fue que no impactó directo al territorio colimense y que su entrada no resultó tan catastrófica como se esperaba ni como el de hace poco más de medio siglo que devastó prácticamente a toda la zona costera incluidas algunas partes altas como Minatitlán, cuyo poblado sucumbió bajo toneladas de lodo, consecuencia de la desmemoria colectiva y la desidia de la gente, además del deslave que por ablandamiento de tierra originó el trágico “Ciclón del 59”.

Destacan también las medidas preventivas y acciones reactivas oportunamente tomadas por el Gobernador, no solo ante lo inminente del fenómeno, sino también en la atención directa y consecución de ayuda extraordinaria, acciones a las que desde el principio las autoridades educativas y mayoría de alcaldes se sumaron en abierto compromiso a favor de la sociedad civil, que esta vez no solo fue auxiliada desde antes y en el momento, sino que ha sido eficazmente apoyada por una coordinación interinstitucional pocas veces vista, con orden y puntualidad en la que se han involucrado los tres niveles de gobierno.

En lo malo solo retomar algunas actitudes siempre cuestionables, como las de rapiña, no tanto de la sociedad civil, sino de algunos políticos pequeños y medianos que en lugar de mostrar su compromiso social, responsabilidad civil, congruencia ciudadana y humana solidaridad han intentado sacar ventaja política de la desgracia, unos tratando de colgarse medallitas ajenas, mintiendo, otros indiciando banalidades y los más, con descaro y sin nada que ofrecer (como si la autoridad responsable no estuviera a la altura, respondiendo), yendo por su lado a buscar la foto y a echar culpas de lo que nadie ante esto puede ser causante.

Finalmente, entre lo feo, aparte de los daños, solo resaltar el hecho, incontrovertible por si, de que es urgente empezar a ordenar el desarrollo de infraestructura y equipamientos urbanos y más cuando de prevenir muertes se trate, no es posible que por desidia o corrupción pero con plena simulación de la autoridad se sigan edificando muros, diques y hasta complejos habitacionales en playas y, peor, sobre el lecho tapiado de los siete afluentes que entre ríos y arroyos cruzan la capital colimense y zona conurbada, mucho menos que se continúen obstruyendo los puentes, abuso de algunos particulares que han actuado coludidos con gobiernos, actos que desde hace más de medio siglo se han vuelto una irresponsable constante.

Los resultados ahí están y advertidos también estaban; sin pretender ser agorero, de espaldas al río apenas el viernes 7 de octubre lo reiteré ante estudiantes de la Universidad Vizcaya, hecho del que existe constancia en video, cuando les dije: el agua siempre reconoce su cauce, lo hemos dicho, son avenidas de labradas por milenios y que por tanto nadie puede torcer, ni evitar y ejemplos hay de sobra. Estamos a tiempo.