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BITÁCORA REPORTERIL

CÉSAR BARRERA VÁZQUEZ | Opinión | 14/08/2019

¿JUSTICIA O SIMULACIÓN?

Si Elba Esther firmó su orden de captura al no apoyar en el 2012 la candidatura de Peña Nieto y oponerse a la reforma educativa que impulsaba el gobierno peñanietista, Rosario Robles propició su encarcelamiento en el momento de formar parte del entramado de los video-escándalos del 2004 y ser pieza clave de la victoria de Peña Nieto en el 2012, situación que frustró la llegada presidencial de Andrés Manuel a la presidencia por más de 12 años. Y eso sí calienta, como dice el presidente.

El problema es la simulación: que el nuevo gobierno de la 4T utilice las mismas estratagemas de Peña Nieto para la persecución política, alegando justicia cuando se trata de vil venganza, en el momento en que el incremento de asesinatos es más palmario, la caída en la generación de empleo se agudiza, la falta de crecimiento económico nos acerca aún más a la crisis y ante el escándalo de los casos de corrupción en los programas sociales, como el de Jóvenes construyendo el futuro. En fin, ante la falta de resultados a poco más de ocho meses de su administración.

De entrada, el caso de Rosario Robles tiene todos los visos de persecución política. En primera instancia, la hostilidad patente del juez al privarla de su libertad cuando los delitos que le imputan prevén la libertad bajo fianza: el supuesto riesgo de fuga es poco creíble en vista de la disposición de la ex funcionaria de presentarse ante el juez. 

Y es que si realmente hubiera querido fugarse habría aprovechado la oportunidad en el lapso de que fue notificada y cuando se presentó ante el juez. Eso es lo más lógico.

Sin embargo, todo es parte del show mediático, porque no tiene el mismo efecto llevar el proceso en libertad que dentro de prisión. Y la foto de Rosario ingresando al penal de Santa Marta Acatitla circuló en todos los medios nacionales y locales, lo que se festinó, por parte del presidente, como un logro contra la impunidad. Recuerdo otra vez el caso Elba Esther y la euforia social que generó.

Lo de Rosario tiene móviles políticos porque los delitos que le imputan prevén la libertad bajo fianza y el juez, fácilmente, pudo retirarle el pasaporte y congelar sus tarjetas de crédito para evitar cualquier intento de fuga. No había motivos racionales y fundamentados para negarle seguir el proceso legal en libertad.

Lo lamentable es que se siga utilizando instancias de procuración de justicia con fines políticos, como en los tiempos del priismo más vetusto, descuidando los procesos jurídicos y de deliberación legal, fundamentales para alcanzar la justicia.

Vuelvo al caso de Elba Esther, ahora libre, a pesar de las pruebas irrefutables de enriquecimiento ilícito. Libre porque los móviles fueron políticos y no jurídicos. Por eso en el periodo de transición, cuando AMLO gobernaba de facto, la maestra salió libre como pago a la alianza electoral que construyó con la estructura de Redes Sociales Progresistas, liderada por su nieto René Fujiwara y que fue clave para hacerse del voto del magisterio durante la pasada elección presidencial, anulando al partido Nueva Alianza que apoyaba a José Antonio Meade en alianza con el PRI.

Tan es político el caso de Rosario Robles, que jurídicamente está diseñado para el fracaso, por las obvias violaciones al debido proceso, en especial al violar la presunción de inocencia de la ex funcionaria. No es un golpe a la corrupción, pues la investigación no se enfoca en descubrir y dilucidar todo el esquema de desvío de recursos de la Sedesol a la campaña del PRI; lo raro es que en el caso de existir ya debería estar dilucidado todo el esquema y utilizado como medio de prueba de la culpabilidad de todos los involucrados.

Al final parece indicar, como el título shakesperiano, Mucho ruido y pocas nueces, pues todo el caso contra Rosario Robles se centra en un delito de omisión.

Un delito que le da la oportunidad al nuevo gobierno de hacer desfilar y explayar el show mediático con estrellas invitadas como el ex presidente Peña y el ex candidato presidencial José Antonio Meade. Ojalá que realmente se haga justicia y se castigue cualquier acto de corrupción y no sea, como en los tiempos aciagos del PRI, sólo simulación. Ahí está el caso Elba Esther. Que no se nos olvide.

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