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PARACAÍDAS

ROGELIO GUEDEA | Opinión | 31/07/2011

Contra el primitivismo político y a favor de la resistencia pacífica

Uno de los mayores problemas que vive el México actual es el de la falta de credibilidad de sus instituciones. Pareciera un problema de superficies, pero no lo es. Aquel hombre o mujer que ha experimentado la infidelidad de su pareja sabe perfectamente que la credibilidad, aun cuando su solidez se haya construido por años, puede desmoronarse en un instante y hacer irrecuperable, trayendo con esto rupturas abruptas o relaciones tormentosas. No podría decir en qué estado se encuentra en este momento la sociedad mexicana de cara, por ejemplo, a sus políticos, pero sí sé que mucha culpa de que sea así la tienen sus propios actores, empeñados en ganar crédito desacreditando. Pongo un ejemplo de nuestra partitocracia: en el tan sobado asunto de los puentes, el PAN emprendió una campaña para desacreditar la postura del PRI (partido en el gobierno) de querer construir unos puentes que iban en contra de los intereses sociales, con lo cual reprochaba al gobierno su arbitrariedad y corrupción. A su vez, el PRD, más tibiamente (y esto tal vez debido a las fracturas intenas que hoy lo atribulan), habló de la innecesidad de contruir puentes y de la necesidad, en cambio, de colectores pluviales. El PRI, por su parte, defendió su postura y dijo que las posiciones del PAN y PRD tenían carices político-electoreros y buscaban con ello derrumbarle sus “puentes” para evitar que cruzara con éxito hacia el 2012, con lo cual acusó a sus pares políticos de sólo usar a la ciudadanía para sus propios fines partidistas. Es decir, ningún partido salió sin mancha, y por los propios partidos políticos nos enteramos de que todos son corruptos, tal como, a veces, nos enteramos de las inmoralidades del cónyuge de propia voz de su pareja, que va contándole a familiares y amigos del “monstruo” con el que estuvo viviendo. En medio de todo esto, está una sociedad que, contrario a lo que creen los políticos, no tiene más remedio que sentenciar: todos los políticos son una mierda y, por tanto, “estamos hasta la madre”. No dicen éste o aquel, dicen “todos”. Y yo me pregunto: ¿solucionan algo los partidos con estos dimes y diretes?, ¿no creen tampoco en las instituciones que han creado para dirimir, a través de los cauces legales, este tipo de problemas? ¿el hombre y la mujer ganarían algo publicando su conflicto de infidelidad a través de los medios y realizando encuestas en la sociedad para ver qué opinan sobre su caso en lugar de acudir a los tribunales, pedir la disolución del vínculo matrimonial y, civilizadamente, coger cada quien el mejor de sus rumbos?, ¿por qué, en este caso, si el PAN y el PRD están inconformes con una decisión de gobierno (PRI) no utilizan los cauces legales para dirimirlos?, ¿es necesario pegar calcomanías?, ¿es necesario “juntar” firmas?, ¿tan mal está nuestro estado de Derecho? Los medios de comunicación no pueden hacer nada a este respecto (al menos eso parece), pero la sociedad, en cambio, sí. Una forma para empezar a frenar este primitivismo político es que el ciudadano de a pie, en lugar de participar en esos “acarreos”, diga no y exija al actor político que utilice las vías legales correspondientes. Si al político se le cae la cara de vergüenza, lo que sería raro, no importa: no tendrá más remedio que volvérsela a levantar.

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